autorrespeto

Sobre autoestima. Capítulo II.

Este capítulo lo vamos a enfocar hacia la relación de la autoestima con diferentes aspectos importantes en la vida como por ejemplo: la autoexigencia, la necesidad de aprobación de los demás o el perfeccionismo, entre otros.

Error, perdón y rectificación (Rectificar es de sabios, ¿no?)

El perdón, hacia a uno mismo o hacia los demás, es un aspecto estrechamente relacionado con la autoestima. Durante la vida todos cometemos errores. Hacemos y decimos cosas de las que luego nos arrepentimos. Cosas que han herido a los demás o a nosotros mismos. Aceptando que sí o sí nos vamos a equivocar, nos tendríamos que plantear: ¿qué hacemos después?

Hay varias cosas que se pueden hacer cuando uno se equivoca. Unas que corresponden a un estilo punitivo: Autojuzgarnos, castigarnos y machacarnos; otras que son un estilo más pasivo: negar el error, proyectarlo en los demás y no hacer nosotros nada al respecto y un estilo más activo: reconocerlo, aceptarlo, aprender de él, rectificar, reparar… Y es este último estilo el que nos reportará mayor bienestar y reforzará, a su vez, nuestra autoestima.

El estilo punitivo es una demostración de odio y de rencor, actitudes que sólo dedicamos a nuestros peores enemigos. Tratarte como a tu peor enemigo te convierte justamente en eso: en alguien que para nada te va a ayudar y que te la jugará en cuanto pueda. El estilo pasivo es tan nocivo como el anterior. No implica cambio alguno y por tanto nos condena a cometer los mismos errores una y otra vez reforzando así una baja autoestima que cada vez será más y más baja. Porque una parte de nosotros niega el error pero siempre hay otra parte de nosotros que no se deja engañar del todo y de alguna manera sabe o intuye (aunque sea de manera inconsciente) que algo hemos hecho mal y eso nos puede hacer sentir tristes, enfadados, avergonzados y en última instancia: inseguros. Inseguros porque si no logramos dilucidar por qué algo ha salido mal tenemos esa sensación de que no tenemos ningún control sobre si eso volverá a ocurrir o no.

El estilo activo es el más difícil cuando uno está más acostumbrado a las otras maneras de actuar que son más fáciles pero también más nocivas. Lo primero que hace falta para actuar adecuadamente ante un error es ir desarrollando poco a poco la capacidad de autoanalizarse. Pensemos que solemos hacer cuando nos equivocamos. Detectemos cuál es nuestro estilo más frecuente. Es más fácil cambiar algo si primero vemos lo que hacemos mal. Luego, ¿qué hacemos en lugar de hacer lo que normalmente hacemos? (siento el trabalenguas). Intentar averiguar porqué nos hemos equivocado, qué nos ha llevado a actuar así y siempre buscar las respuestas en uno mismo y no en los demás porque a los demás no los podemos cambiar ni tenemos derecho a ello. Cada uno se cambia a sí mismo si quiere y cuando quiere. El objetivo es saber porqué y en qué nos hemos equivocado y cuánto más certeros seamos en la respuesta mejor podremos prevenir ese error en el futuro y mayor control tendremos sobre nuestro comportamiento. Bien, una vez hecho esto: toca enfrentarse a las consecuencias. ¿A quién hemos perjudicado? A esas personas es a las que tenemos que dirigirnos para hacerles saber que lo sentimos, que reconocemos que nos hemos equivocado y que intentaremos que no vuelva a pasar. Si además nos hemos perjudicado a nosotros mismos nos tendremos que perdonar automáticamente después de prometernos que haremos todo lo posible para que no vuelva a ocurrir. Pero aunque cometamos el mismo error una y otra vez siempre debemos perdonarnos y volver a luchar por no cometerlo. Si el intento de no equivocarse es sincero y verdadero seguro que, tarde o temprano, lograremos actuar como creemos que es mejor. En definitiva, se trata de aprender de los errores, de cambiar actitudes que no ayudan y de rectificar caminos que no nos vayan a llevar a dónde queremos estar.

A veces es realmente difícil distinguir si cuando algo ha salido mal el error ha sido nuestro o de otro. Si creemos que es de otro y que ello nos ha perjudicado lo adecuado sería decírselo pero siempre con respeto.

Por otro lado, tampoco es adecuado que, por habernos equivocado, nos coloquemos etiquetas negativas, y mucho más que las dejemos puestas para siempre. Los errores no nos definen si no queremos, porque siempre son susceptibles de no volver a cometerse. Si permitimos que un error se repita una y otra vez nos estará definiendo, al no hacer nada por evitarlo. Nosotros tenemos el poder de no dejar que nos definan, simplemente intentando cambiar de actitud.

La necesidad de aprobación de los demás

¿En qué consiste necesitar la aprobación de los demás? Consiste en actuar en base a los criterios, deseos o valores de los otros pasándolos por encima de los nuestros, con la intención de que estas personas nos aplaudan, nos valoren y nos aprecien. Eso es un craso error. Es imprescindible que nos deshagamos de ese lastre ya que nos impide ser nosotros mismos y actuar en base a nuestros propios criterios y valores que son los que nos van a hacer felices. Quizás no nos demos cuenta pero, actuar así nos va a hacer sentir muy pequeñitos y va a ser una patada a nuestra autoestima. Si complacemos al prójimo a cualquier precio (yendo en contra de nuestros propios criterios, deseos y valores) quizás nos aprecie más pero perderemos el aprecio de nosotros mismos. Es muy importante desarrollar nuestros propios criterios de lo que está bien y lo que está mal, lo que es bueno para nosotros y lo que no, lo que hiere a los demás y lo que no y actuar en base a ello tomando nuestras propias decisiones. Puede que no te hayas preguntado cuales son tus principios y valores. Nunca es tarde. A eso es a lo que llamamos autorrespeto. Seguro que alguno a eso lo llama egoísmo. Pero, ¿por qué hemos de ser más generosos con los demás que con nosotros? Si nos identificamos con esto sería bueno hacer un cambio de mentalidad y dejar de ir por el mundo intentando gustar a todo el mundo siempre.

No hay que confundir esto con hacer favores o complacer a los demás si así lo deseamos o lo creemos conveniente. A veces nos gusta invitar a algo a un amigo, hacer un favor a alguien de la familia, sorprender con algo agradable a nuestra pareja, etc. aunque esos actos nos requieran un «pequeño esfuerzo». Pero son actos de demostración de aprecio. Complacerte a ti, a quien aprecio, me complace a mi. No sería adecuado el complacer a otro para que nos quiera. Es decir, dejar que nos digan lo que tenemos que hacer, dejar que nos manipulen, dejar que se aprovechen de nosotros, dejar que nos pisoteen… sólo por lograr un poco de cariño por parte de los demás. Eso no es autoestima sino faltarse el respeto. Si te faltas el respeto a ti mismo favorecerás que te lo falten los demás. Si aprendemos a querernos a nosotros mismos no necesitaremos a toda costa la aprobación de los demás y eso nos dará libertad para actuar como nosotros mismos creemos que es mejor y tomar nuestras propias decisiones, lo cual será un respiro de aire fresco para nuestra autoestima.

La conclusión es paradójica y es que al dejar de buscar desesperadamente la aprobación de los demás, nos comportaremos con seguridad y con confianza y actuaremos de mejor modo, de modo auténtico, lo cual hará que gustemos más a la gente. Deja de buscarlo y lo encontrarás.

Narcisismo

Si tengo que quererme y gustarme a mi mismo, ¿se supone que tengo que ser un narcisista? Vamos a intentar aclarar cómo se relacionan el narcisismo y la autoestima.

Una persona narcisista se comporta de manera egocéntrica, autocomplaciente en exceso, es decir, pisoteando a los demás si es necesario, sin empatía (el dolor ajeno le es indiferente), no sabe amar a nadie y, lo más desagradable, siempre intenta dejar patente que él es mejor que tú y que todo el mundo en todo. Bien, aparentemente estamos ante una persona con una autoestima más grande que él mismo. Pero, ¿es eso lo que hay detrás de su comportamiento? Podríamos discutirlo.

En realidad, lo que hay detrás es una autoestima totalmente insana. Definitivamente mal construida. Si analizáramos el autoconcepto de un narcisista descubriríamos que no ve o no acepta ni tolera sus defectos y que engrandece sus virtudes. Si no tolera sus defectos, los cuales existen con toda seguridad ya que es sabido que nadie es perfecto, no conseguirá nunca amarse a sí mismo y tampoco emprenderá caminos hacia el cambio para ser quien quiere ser pero sin querer ser perfecto. Ante acontecimientos en la vida que demuestren que no es perfecto y que tiene defectos o si alguien le hace una crítica, reaccionará con frustración, agresividad y/o negación. Lo siguiente que hará será demostrar por todos los medios que eso no es así aunque para ello tenga que llevarse lo que sea por delante. Si le descubrimos humillando o menospreciando a alguien será prueba de su desesperado intento por demostrar algo que sabe que no es cierto: que es perfecto y que sabe más y hace todo mejor que todo el mundo. ¿Es eso una autoestima sana? Probablemente sea la autoestima más destructiva del mundo. Esta persona se odiará siempre y odiará a todo el mundo porque el mundo le deja pruebas de su imperfección. Es una guerra constante contra todo, aunque una guerra encubierta que no dejará ver, tapándola con una coraza de grandeza y autocomplacencia a cualquier precio.

Autoexigencia

La comenté de pasada en el primer capítulo. Pero es suficientemente importante como para reflexionar un poco más sobre ella. Habrá quien diga que la autoexigencia es necesaria para obtener el éxito. Porque si no te obligas a hacer las cosas bien será más probable que te salgan mal y no lograrás lo que quieres. Por si no te has dado cuenta he cambiado autoexigencia por obligación como si se tratase de lo mismo pero es que exigir, es en gran parte, obligar. No me gusta mucho tirar de definiciones de diccionario pero hay veces que viene bien.

Exigencia:

  1. Pretensión caprichosa o desmedida.
  2. Requerimiento o necesidad forzosa para que se produzca una acción.

Obligar:

  1. Hacer [alguien o algo], con su autoridad, que una persona cumpla determinada cosa, sin dejarle posibilidad de elegir.

Necesidad forzosa o condición indispensable son conceptos que implican la no elección. La no alternativa a aquello que se exige. Si no tienes elección es que estás obligado a algo. Entendido esto, sigamos.

Cuando nos planteamos una meta, es decir, algo que queremos lograr en la vida debemos preguntarnos si es una meta elegida por nosotros y acorde con nuestros principios y valores y procurar siempre que nuestras metas no vengan impuestas desde fuera. Eso es lo primero aunque no es en lo que quería centrarme.

Pongamos por caso que perseguimos una meta que hemos elegido y que nos hará felices porque refuerza nuestros valores. Si es una meta elegida ya no es una meta exigida y todo aquello que hagamos para llegar a ella tampoco debe ser exigido ya que si la meta nos motiva no necesitamos obligarnos a recorrer el camino. Luchamos por esa meta porque queremos no porque estemos obligados. La motivación debe ser el impulso y no la obligación. Eso nos hace sentir libres, valientes y fuertes. No nos sentiremos así ante la obligación ya que ésta no da lugar a elección. No nos sentiremos fuertes ni valientes sino sumisos al tirano que hemos creado en nuestra mente.

Así pues, ¿cómo se relaciona este concepto con la autoestima?. Si condiciono mi autoestima a unas determinadas autoexigencias querrá decir que si esas autoexigencias por lo que sea no se cumplen mi autoestima quedará cuestionada. Si me propongo, en cambio, metas elegidas y no las convierto en una condición indispensable para mantener o mejorar mi autoestima, ésta no quedará en entredicho ante el fracaso y nos sentiremos fuertes y motivados para volverlo a intentar.

Como conclusión, mejor no tirar de autoexigencia para lograr las cosas porque además así como no da lugar a elección tampoco da lugar a error. Y si el error ocurre será más frustrante y desmotivador en tanto en cuanto estábamos obligados a no equivocarnos. Por eso siempre mejor automotivación que autoexigencia.

Autoimagen corporal

Con el bombardeo constante que recibimos cada día sobre el culto a la belleza corporal no podemos obviar este aspecto que está tan relacionado con la autoestima.

Muchísima gente ve menguada su autoestima por culpa de la imagen corporal que viene impuesta desde fuera y que es una imagen perfecta. El mensaje constante de que es algo deseable lograr ser igual que los estereotipos publicitarios acaba por establecer esos estereotipos como obligatorios para el éxito. Eso se consigue a base de la reiteración en bucle del mensaje ya sea a través de la publicidad, la televisión o el cine por poner algunos ejemplos. La lógica social que observo es la siguiente: si la belleza es importante para el éxito y la belleza es lo que yo digo, si tu no eres como yo digo eres una fracasada. Hablo en términos femeninos porque es evidente que las mujeres somos las principales víctimas de una imagen perfecta exigida desde fuera. Los mensajes publicitarios tan insistentes en que cuidemos la línea y que compremos toda una serie de cremas para que nuestra piel sea perfecta a pesar del paso del tiempo consiguen que asimilemos que si no queremos quedarnos atrás en belleza, lo cual nos hará sentir inferiores, vayamos a comprar todos esos productos milagrosos que de milagrosos no tienen nada. Pero el día que le quitemos importancia a la imagen corporal (que no a la salud), escojamos por criterios propios la imagen que queremos tener y ésta no sea el reflejo surrealista de la perfección se les habrá acabado el chollo… perdón, el negocio y eso no lo van a permitir. Esa es nuestra lucha señoras y señoritas. No permitir que nuestra autoestima la determinen las grandes empresas de moda y de productos de estética. Seamos libres de elegir como ha de ser nuestro cuerpo y nuestra imagen y aceptemos sus imperfecciones ya que ellas forman parte de nosotros como seres humanos.

Es cierto que nuestra idea de belleza corporal está demasiado condicionada a la que impone la sociedad pero tampoco hace falta que persigamos la idea contraria. En realidad, basta con perseguir algo asequible y realista teniendo en cuenta lo que sabemos que es saludable, nuestro metabolismo, nuestros hábitos y la importancia que tiene para nosotros la imagen corporal; no la importancia impuesta desde fuera que es toda la del mundo con tal de engordar el negocio, sino la importancia que tiene para nosotros en función de nuestros valores. Para una persona cuyo mayor valor es la disciplina y escoge el culto al cuerpo para reforzar ese valor a esa persona le hará inmensamente feliz tener un cuerpo excelente ya que éste es fruto de su disciplina. Pero para una persona cuyos valores son otros y la belleza corporal no juega un papel importante en ellos no debemos dejar que pasen por encima los valores de una sociedad enferma y superficial y cuya no satisfacción nos haga sentir fracasados.

El perfeccionismo

Según cómo: un LASTRE con mayúsculas. ¿Qué es la perfección? A mi entender podemos verla de dos maneras: la manera surrealista y patológica o la manera útil. La patológica es la concepción de algo infinito en su perfección, es decir, algo infinitamente virtuoso y sin absolutamente ningún defecto. Creo que esa idea sólo la podemos concebir en la imaginación. Incluso hay gente (demasiada gente) que le ha puesto nombre: Dios. Por eso yo no creo en Dios.

Otra manera de ver la perfección es la que toca de pies en la tierra. La idea de algo que es suficientemente bueno, es decir, que cumple con unos criterios pero deben ser unos criterios realistas, alcanzables, realizables, asequibles… Sino, nos estamos yendo a la concepción patológica. Y es absurdo (que es lo más suave que puedo decir) que persigamos el ideal de perfección ya que nunca lo alcanzaremos y eso nos condenará inescrutablemente a la frustración y al fracaso.

Hay quienes persiguen ese ideal de perfección y los vemos abocados al sufrimiento. Pueden ser por ejemplo los que sufren trastorno obsesivo-compulsivo o personalidad obsesiva-compulsiva que no son exactamente lo mismo pero sufren este síntoma en mayor o menor medida. Son los que nunca están satisfechos con su trabajo. Creen que siempre puede hacerse mejor. Por mucho que se esfuercen nunca es suficiente. Ya que lo que intentan alcanzar (el ideal de perfección) es imposible. La autoestima de estas personas está necesariamente dañada ya que nunca son suficientemente buenos como para aceptarse a si mismos. El criterio para aceptarse a si mismos es inalcanzable.

Hay otros que persiguen una perfección que no es ideal, que es asequible pero a un precio altísimo ya que los criterios que deben cumplirse para lograr la perfección son muy difíciles de cumplir y requieren muchísimo esfuerzo, muchísimo tiempo y muchísima energía. En el arte, la ciencia o el deporte de élite es dónde podríamos encontrar más ejemplos de esta manera de trabajar. Gente que lo ha dejado todo para lograr unos niveles abrumadores de perfección en su trabajo. Esta gente llega un día que se sienten satisfechos de su trabajo y se sienten felices por a haber dedicado tanto esfuerzo y sacrificado tantas cosas por logrado. Si lograr llegar a ese nivel de perfección su autoestima ya irá subiendo por el camino. Tan sólo la lucha ya nos hace crecer la autoestima y pegamos el último «subidón» cuando alcanzamos la meta.

Luego está el escalafón medio. Un nivel de búsqueda de perfección que te motiva a caminar hacia el éxito pero que no es tan «exigente» ya que no tiene unos criterios tan altos para ser satisfecho. Los que persiguen objetivos a este nivel ven incrementada su autoestima en cada intento y en cada logro que seguro que son muchos ya que no hay que invertir tanto en cada uno.

La pregunta es: ¿Cuál de los tres niveles es el que aporta mayor autoestima? Después de preguntarnos esto decidamos cuál va a ser nuestro nivel de perfeccionismo para lograr una mayor autoestima y una mayor felicidad y seamos consecuentes con él.

 

Hasta aquí el segundo capítulo sobre autoestima. Podríamos reflexionar sobre más aspectos que pueden relacionarse con ella pero quizás más adelante. Estaría encantada de recibir sugerencias. Finalizo aquí este capítulo ya que no quiero escribir artículos demasiado extensos y este ya lo es bastante. Espero que haya sido ameno e interesante.

En el tercero hablaremos de cosas prácticas que podemos hacer para conocer y mejorar nuestra autoestima.

Un saludo y gracias por tu interés!

Sobre autoestima. Capítulo I.

Mucha gente habla de autoestima. Todo el mundo sabe que hay que tenerla, que es bueno, que si no la tienes… mal. Pero, ¿cuánta gente sabe de lo que está hablando? Seguramente, no tanta; y me parece lógico porque es un concepto bastante complejo e interesante de analizar en profundidad.

Si buscamos definiciones de autoestima en libros, en internet, en diccionarios; si preguntamos a diferentes profesionales… seguramente obtendremos respuestas distintas cada vez. La definición puede depender del enfoque psicológico desde el que se analiza, enfatizando cada uno diferentes aspectos de la mente humana.

Pero lo cierto es que muchas de las definiciones terminan por tener más en común de lo que parece. Aquí van algunas:

Aprecio o consideración que uno tiene de sí mismo.

Sentimiento de aceptación y aprecio hacia uno mismo, que va unido al sentimiento de competencia y valía personal.

Grado en que los individuos tienen sentimientos positivos o negativos acerca de sí mismos y de su propio valor.

La capacidad que tiene la persona de valorarse, amarse, apreciarse y aceptarse a sí mismo.

El conjunto de las actitudes del individuo hacia sí mismo.

El amor que cada persona tiene de sí mismo.

Evaluación que una persona hace de sí misma.

Podríamos encontrar infinitas más. Pero creo que, para el caso, son más que suficientes.

Entre todas ellas, encontramos palabras clave: aceptación, aprecio, competencia, valía, amor, evaluación… y podríamos añadir alguna más como confianza y consciencia, siempre en referencia a uno mismo. Personalmente, creo que todas tienen que ver con la autoestima, que todas esas palabras, de alguna manera, forman parte del concepto.

Por mi parte, en lugar de elaborar una definición más para el gigantesco saco de las que podemos encontrar, lo que voy a hacer es hablar de cada uno de sus componentes por separado.

Primero, demos un “porqué” a dedicar tiempo a escribir y leer acerca de esto. ¿Dónde radica la importancia de la autoestima? Sin duda alguna, está en la gran medida en que influye y se manifiesta en nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nuestra autoestima hace acto de presencia a través de nuestros pensamientos, percepciones, conductas, emociones… y eso, es mucha presencia. La autoestima tiene un gran poder sobre nuestra mente y, en consecuencia, sobre nuestra vida. Por ello, muchas de las causas (que no todas) de una mala salud mental, sea cual sea su manifestación patológica, tienen que algo que ver, por remotamente que sea, con la autoestima baja.

No me andaré más por las ramas. Pasemos a hablar de sus componentes, para intentar comprender todo lo que engloba este poderoso concepto.

ACEPTACIÓN

Podemos decir que es signo de buena autoestima la aceptación de uno mismo. La palabra aceptación tiene varias acepciones en su definición. Las que nos interesan: admisión y aprobación.

Admisión haría referencia a admito lo que soy… es decir, no negar lo que somos. Debemos reconocer nuestros defectos, virtudes, habilidades, debilidades, competencias, limitaciones… Así como jamás negar que tenemos ciertas necesidades, derechos, obligaciones y responsabilidades como seres humanos en un mundo en que vivimos en sociedad. Y tener en cuenta que estos aspectos que debemos reconocer, no debemos magnificarlos ni menospreciarlos. Valorémoslos en su justa medida y con proporción. Cuando reconozcamos todos estos aspectos en nosotros mismos los reconoceremos y respetaremos en los demás. Eso hará que vivamos en paz con nosotros y con el resto de personas que nos rodean. Seremos más felices y haremos más felices a los demás.

Si admito que tengo un defecto como, por ejemplo, la pereza, toleraré y respetaré a aquellas personas en las que perciba ese defecto; y en vez de juzgarlas y criticarlas quizás les anime a superar ese defectillo para ayudarle a mejorar si es que lo desea o lo necesita.

Si admito que tengo derechos como el de expresar mi opinión de manera legítima, reconoceré ese derecho en los demás y no censuraré a nadie.

Si admito que tengo necesidades como la de tener el apoyo de un ser querido en momentos difíciles no juzgaré de cobarde ni me burlaré de los que tengan esa necesidad también.

Así podríamos seguir con infinitos ejemplos pero creo que queda claro que admitir ciertas cosas en nosotros nos ayuda a respetarnos y a respetar a los demás.

Por otro lado, aprobación significaría dar por bueno lo que soy. A este significado quizás deberíamos darle un par de vueltas. ¿Se supone que todo aquello que soy debo aceptarlo como bueno? ¿Si soy una persona rencorosa debo darlo por bueno? ¿Debo aceptarlo aún si eso va en contra de mis valores*? Bien, aclaremos que no se trata de aceptar nuestros defectos en ese sentido, sino de darnos por buenos como personas en general, sin poner en ninguna balanza virtudes y defectos.

Respecto a los defectos, me gustaría aclarar algo más. No se trataría tanto de darlos por buenos o no, sino de si nos vemos capaces de superarlos y ser como queremos ser. Si tenemos una autoestima sana seremos totalmente capaces de comportarnos como deseamos según nuestros valores y cambiar todo aquello de nosotros que creamos pertinente. Si creo que tiendo a ser impulsiva en más situaciones de las que me gustaría (porque la impulsividad no me ha ayudado mucho a salir exitosa de algunas situaciones), me esforzaré por comportarme de manera menos impulsiva. Es decir, pensando antes de actuar, en aquellas situaciones en que lo vea necesario. Simplemente porque eso es lo que quiero para mí y es lo que me conviene.

AMOR Y APRECIO  

¿No es cierto que cuando queremos a alguien solemos demostrárselo de diversas maneras (consciente o inconscientemente)?. Bien, eso es lo que deberíamos hacer con nosotros mismos. Si queremos a alguien, nos preocupamos por su bienestar físico y emocional, le hacemos algún regalo de vez en cuando, tenemos detalles, nos gusta estar con esa persona… También sentimos que, de alguna manera, le necesitamos y nos necesita, no le insultamos, no le faltamos el respeto, no le humillamos, le defendemos si es atacado, etc. Bueno, alguna vez se nos puede escapar algún acto o palabra que traiga como consecuencia algo negativo para otra persona pero no pasa nada si reconocemos el error, nos disculpamos, mostramos cierto arrepentimiento y estamos firmemente dispuestos a que no vuelva a ocurrir. En definitiva, todas esas cosas que demuestran que queremos a alguien también debemos hacerlas por nosotros. Eso, sin duda, es una señal de buena autoestima.

Preguntémonos si algo malo que hemos dicho y sobretodo pensado de nosotros mismos, se lo diríamos a esa persona que tanto queremos. Más de una y de dos veces nos sorprenderemos oyendo nuestros propios pensamientos decirnos burradas que no diríamos ni a nuestro peor enemigo. Preguntémonos si eso que hemos hecho o dejado de hacer que nos ha perjudicado se lo habríamos hecho a un ser querido.

COMPETENCIA Y CAPACIDAD    

¿Competencia y capacidad para qué? Para enfrentarnos a la vida como deseamos. Buena autoestima es sentirnos capaces y aptos para todo lo que se nos presente en la vida: para amar, para lograr éxitos, para solucionar problemas, para superar obstáculos y adversidades, para trabajar, para aprender, para hablar… Se trata de hacernos grandes ante los problemas, ante los retos y ante los deseos. Será siempre un ejercicio de autoestima el coger al toro por los cuernos. Aunque sin menospreciar que, como seres humanos, también tenemos limitaciones.

Y ponemos la guinda en el pastel si además de sentirnos capaces de actuar hacia lograr lo que queremos perdemos el pánico a equivocarnos, el cual es absurdo (más adelante hablaré de ello) ya que estamos diseñados para acertar y errar constantemente. Hemos de aceptar que no acertaremos siempre. Y hemos de comprender que un error no es un fracaso sino una oportunidad de aprender. Aun así no sobra tener, en ocasiones, cierto miedo y respeto (racional) a posibles errores garrafales que nos puedan herir a nosotros mismos o a terceras personas.

CONFIANZA Y SEGURIDAD

Por otro lado, la competencia va íntimamente relacionada con la confianza y la seguridad en uno mismo. Si actuamos con confianza y seguridad aumentaremos las probabilidades de que la jugada nos salga bien. La confianza implica mayor percepción de competencia y ésta hace que seamos verdaderamente más capaces de hacer las cosas bien y lograr el éxito. Si nos enfrentamos a las situaciones con inseguridad y con miedo a equivocarnos tendremos la percepción de que somos menos capaces de hacerlo bien y, con mayor probabilidad, así será. Tendremos más probabilidades de fracasar. Y lo que es peor, de alguna manera achacaremos el fracaso a nuestra mala actitud, lo cual hará que disminuya la confianza en nosotros mismos. Eso nos abocará a una espiral de fracasos y a una percepción de incapacidad para la vida. Hay que romper el ciclo y comenzar a forzar la percepción de que somos capaces, a confiar en nosotros mismos y a actuar con seguridad; y sólo así nos demostraremos que sí somos capaces de tener éxito.

AUTOVALORACIÓN

Hablemos ahora de valor. Valorarnos, tal y como yo lo entiendo y dicho metafóricamente, es todo aquello que estamos dispuestos a “pagar” por nosotros mismos, por nuestro bienestar. Un ejemplo: si nuestro bienestar depende de si dejamos o no un trabajo que nos está machacando (física y/o psicológicamente) deberíamos plantearnos: ¿vale más el dinero que me aporta ese trabajo que mi bienestar? Bien, puede que el dinero que nos aporta sea de vital importancia para nuestra supervivencia en la sociedad pero aun siendo así, ¿vale la pena intentar buscar otra cosa, o no?. Hay que decidir según cuánto nos valoremos a nosotros mismos. Señal de buena autoestima es darse valor a uno mismo. A veces sin darnos cuenta, cuando tomamos una decisión, estamos dando más valor a algunas cosas (muchas veces poco importantes) que a nosotros mismos. Por eso hay que saber valorarse.

Además de hablar del valor que nos atribuimos a nosotros mismo como personas también debemos dar valor a nuestras virtudes, defectos, habilidades, limitaciones, competencias, debilidades, necesidades, derechos, obligaciones y responsabilidades para ser consecuentes con todo ello. Si creemos que somos guapos pero no le damos valor a esa característica nos estaremos desvalorando. Si creemos que somos perezosos y a ello no atribuimos ningún valor, quizás no estemos siendo conscientes del precio que pagamos por seguir siendo perezosos (tareas mal hechas, llegar tarde, metas y objetivos incumplidos) y no haremos nada por solucionarlo. Si tenemos la habilidad de dibujar excelentemente y no le damos ningún valor quizás no nos demos cuenta de que podemos dedicarnos a ello y estaremos despreciando algo bueno de nosotros. Si tenemos la limitación de no ser demasiado hábiles expresando emociones y no damos valor a esta limitación posiblemente no nos daremos cuenta de que no es buena idea dedicarse a ser actor y si lo intentamos siempre nos daremos contra un muro porque al no darle valor a esa limitación no haremos nada para mejorarla. En cambio, si le damos valor, sentiremos que vale la pena mejorarla si lo que quiero es ser actor. En definitiva, es bueno valorar todo aquello que nos caracteriza para bien o para mal.

AUTOEVALUACIÓN

Evaluar es un concepto un poco más complicado pero, intentando simplificarlo, podríamos decir que va en la dirección de analizar.

Cuando analizamos, lo que hacemos es tener en cuenta los detalles de algo para hacer un balance. Por ejemplo, en el ámbito educativo, se evalúan los conocimientos y el aprendizaje de los alumnos. ¿Cómo? Intentando analizar o ver con detalle qué saben y qué no saben para, al final, hacer una estimación de sus conocimientos mediante una nota. En economía, evaluamos económicamente cosas como un negocio o un proyecto, analizando costes y beneficios para, al final, determinar si será rentable o no.

En el ámbito de la autoestima, autoevaluarnos consiste en analizar por separado lo que somos, es decir, nuestras virtudes o habilidades y nuestros defectos o debilidades. Una persona con autoestima sana, da igual importancia a ambas partes de si misma (la que le gusta y la que no). No se siente incómoda ni cuando se alaba ni cuando se hace una autocrítica constructiva. Es consciente de que esas etiquetas no son fijas en espacio y tiempo, de que somos de una manera con algunas personas y en algunas situaciones, y en otras somos de otra manera. No infravalora las virtudes ni magnifica los defectos, y viceversa. Además, describe sus defectos y debilidades sin faltarse el respeto, nunca de manera peyorativa. No es cruel a la hora de describirse. No es injusta. Sólo de esa manera construiremos un autoconcepto sano. Y, por último, sea cual sea el balance en la autoevaluación, aceptará los resultados, seguirá amándose a sí misma, se dará igualmente valor como persona y se sentirá capaz de corregir aquellos defectos que desee y de reforzar las habilidades que prefiera.

Un aspecto a tener cuenta cuando hablamos de autoevaluación es la autoexigencia. La autoexigencia exagerada hace que los criterios autoimpuestos para evaluarnos positivamente sean demasiado altos y difíciles de cumplir. Un exceso de autoexigencia nos puede abocar de cabeza a la infelicidad crónica. Cuidado con ella.

El resultado de nuestra autoevaluación es a lo que llamamos autoconcepto o autoimagen. Ese conjunto de etiquetas que nos describen en lo bueno y en lo malo. Es necesario hacernos una correcta autoevaluación (cómo ya he descrito) para construir un autoconcepto o autoimagen sanos. Cuanto más certeros sean éstos mayor será el autoconocimiento que tengamos de nosotros mismos.

Hasta aquí, mi primer capítulo sobre autoestima. En el segundo hablaré de aspectos de la vida que están íntimamente relacionados con ella como el perdón, la necesidad de aprobación de los demás o el narcisismo. También daremos una pincelada a responder lo que algunos os estaréis preguntando: ¿Cómo lograr una autoestima sana?