bienestar emocional

Sobre autoestima. Capítulo II.

Este capítulo lo vamos a enfocar hacia la relación de la autoestima con diferentes aspectos importantes en la vida como por ejemplo: la autoexigencia, la necesidad de aprobación de los demás o el perfeccionismo, entre otros.

Error, perdón y rectificación (Rectificar es de sabios, ¿no?)

El perdón, hacia a uno mismo o hacia los demás, es un aspecto estrechamente relacionado con la autoestima. Durante la vida todos cometemos errores. Hacemos y decimos cosas de las que luego nos arrepentimos. Cosas que han herido a los demás o a nosotros mismos. Aceptando que sí o sí nos vamos a equivocar, nos tendríamos que plantear: ¿qué hacemos después?

Hay varias cosas que se pueden hacer cuando uno se equivoca. Unas que corresponden a un estilo punitivo: Autojuzgarnos, castigarnos y machacarnos; otras que son un estilo más pasivo: negar el error, proyectarlo en los demás y no hacer nosotros nada al respecto y un estilo más activo: reconocerlo, aceptarlo, aprender de él, rectificar, reparar… Y es este último estilo el que nos reportará mayor bienestar y reforzará, a su vez, nuestra autoestima.

El estilo punitivo es una demostración de odio y de rencor, actitudes que sólo dedicamos a nuestros peores enemigos. Tratarte como a tu peor enemigo te convierte justamente en eso: en alguien que para nada te va a ayudar y que te la jugará en cuanto pueda. El estilo pasivo es tan nocivo como el anterior. No implica cambio alguno y por tanto nos condena a cometer los mismos errores una y otra vez reforzando así una baja autoestima que cada vez será más y más baja. Porque una parte de nosotros niega el error pero siempre hay otra parte de nosotros que no se deja engañar del todo y de alguna manera sabe o intuye (aunque sea de manera inconsciente) que algo hemos hecho mal y eso nos puede hacer sentir tristes, enfadados, avergonzados y en última instancia: inseguros. Inseguros porque si no logramos dilucidar por qué algo ha salido mal tenemos esa sensación de que no tenemos ningún control sobre si eso volverá a ocurrir o no.

El estilo activo es el más difícil cuando uno está más acostumbrado a las otras maneras de actuar que son más fáciles pero también más nocivas. Lo primero que hace falta para actuar adecuadamente ante un error es ir desarrollando poco a poco la capacidad de autoanalizarse. Pensemos que solemos hacer cuando nos equivocamos. Detectemos cuál es nuestro estilo más frecuente. Es más fácil cambiar algo si primero vemos lo que hacemos mal. Luego, ¿qué hacemos en lugar de hacer lo que normalmente hacemos? (siento el trabalenguas). Intentar averiguar porqué nos hemos equivocado, qué nos ha llevado a actuar así y siempre buscar las respuestas en uno mismo y no en los demás porque a los demás no los podemos cambiar ni tenemos derecho a ello. Cada uno se cambia a sí mismo si quiere y cuando quiere. El objetivo es saber porqué y en qué nos hemos equivocado y cuánto más certeros seamos en la respuesta mejor podremos prevenir ese error en el futuro y mayor control tendremos sobre nuestro comportamiento. Bien, una vez hecho esto: toca enfrentarse a las consecuencias. ¿A quién hemos perjudicado? A esas personas es a las que tenemos que dirigirnos para hacerles saber que lo sentimos, que reconocemos que nos hemos equivocado y que intentaremos que no vuelva a pasar. Si además nos hemos perjudicado a nosotros mismos nos tendremos que perdonar automáticamente después de prometernos que haremos todo lo posible para que no vuelva a ocurrir. Pero aunque cometamos el mismo error una y otra vez siempre debemos perdonarnos y volver a luchar por no cometerlo. Si el intento de no equivocarse es sincero y verdadero seguro que, tarde o temprano, lograremos actuar como creemos que es mejor. En definitiva, se trata de aprender de los errores, de cambiar actitudes que no ayudan y de rectificar caminos que no nos vayan a llevar a dónde queremos estar.

A veces es realmente difícil distinguir si cuando algo ha salido mal el error ha sido nuestro o de otro. Si creemos que es de otro y que ello nos ha perjudicado lo adecuado sería decírselo pero siempre con respeto.

Por otro lado, tampoco es adecuado que, por habernos equivocado, nos coloquemos etiquetas negativas, y mucho más que las dejemos puestas para siempre. Los errores no nos definen si no queremos, porque siempre son susceptibles de no volver a cometerse. Si permitimos que un error se repita una y otra vez nos estará definiendo, al no hacer nada por evitarlo. Nosotros tenemos el poder de no dejar que nos definan, simplemente intentando cambiar de actitud.

La necesidad de aprobación de los demás

¿En qué consiste necesitar la aprobación de los demás? Consiste en actuar en base a los criterios, deseos o valores de los otros pasándolos por encima de los nuestros, con la intención de que estas personas nos aplaudan, nos valoren y nos aprecien. Eso es un craso error. Es imprescindible que nos deshagamos de ese lastre ya que nos impide ser nosotros mismos y actuar en base a nuestros propios criterios y valores que son los que nos van a hacer felices. Quizás no nos demos cuenta pero, actuar así nos va a hacer sentir muy pequeñitos y va a ser una patada a nuestra autoestima. Si complacemos al prójimo a cualquier precio (yendo en contra de nuestros propios criterios, deseos y valores) quizás nos aprecie más pero perderemos el aprecio de nosotros mismos. Es muy importante desarrollar nuestros propios criterios de lo que está bien y lo que está mal, lo que es bueno para nosotros y lo que no, lo que hiere a los demás y lo que no y actuar en base a ello tomando nuestras propias decisiones. Puede que no te hayas preguntado cuales son tus principios y valores. Nunca es tarde. A eso es a lo que llamamos autorrespeto. Seguro que alguno a eso lo llama egoísmo. Pero, ¿por qué hemos de ser más generosos con los demás que con nosotros? Si nos identificamos con esto sería bueno hacer un cambio de mentalidad y dejar de ir por el mundo intentando gustar a todo el mundo siempre.

No hay que confundir esto con hacer favores o complacer a los demás si así lo deseamos o lo creemos conveniente. A veces nos gusta invitar a algo a un amigo, hacer un favor a alguien de la familia, sorprender con algo agradable a nuestra pareja, etc. aunque esos actos nos requieran un «pequeño esfuerzo». Pero son actos de demostración de aprecio. Complacerte a ti, a quien aprecio, me complace a mi. No sería adecuado el complacer a otro para que nos quiera. Es decir, dejar que nos digan lo que tenemos que hacer, dejar que nos manipulen, dejar que se aprovechen de nosotros, dejar que nos pisoteen… sólo por lograr un poco de cariño por parte de los demás. Eso no es autoestima sino faltarse el respeto. Si te faltas el respeto a ti mismo favorecerás que te lo falten los demás. Si aprendemos a querernos a nosotros mismos no necesitaremos a toda costa la aprobación de los demás y eso nos dará libertad para actuar como nosotros mismos creemos que es mejor y tomar nuestras propias decisiones, lo cual será un respiro de aire fresco para nuestra autoestima.

La conclusión es paradójica y es que al dejar de buscar desesperadamente la aprobación de los demás, nos comportaremos con seguridad y con confianza y actuaremos de mejor modo, de modo auténtico, lo cual hará que gustemos más a la gente. Deja de buscarlo y lo encontrarás.

Narcisismo

Si tengo que quererme y gustarme a mi mismo, ¿se supone que tengo que ser un narcisista? Vamos a intentar aclarar cómo se relacionan el narcisismo y la autoestima.

Una persona narcisista se comporta de manera egocéntrica, autocomplaciente en exceso, es decir, pisoteando a los demás si es necesario, sin empatía (el dolor ajeno le es indiferente), no sabe amar a nadie y, lo más desagradable, siempre intenta dejar patente que él es mejor que tú y que todo el mundo en todo. Bien, aparentemente estamos ante una persona con una autoestima más grande que él mismo. Pero, ¿es eso lo que hay detrás de su comportamiento? Podríamos discutirlo.

En realidad, lo que hay detrás es una autoestima totalmente insana. Definitivamente mal construida. Si analizáramos el autoconcepto de un narcisista descubriríamos que no ve o no acepta ni tolera sus defectos y que engrandece sus virtudes. Si no tolera sus defectos, los cuales existen con toda seguridad ya que es sabido que nadie es perfecto, no conseguirá nunca amarse a sí mismo y tampoco emprenderá caminos hacia el cambio para ser quien quiere ser pero sin querer ser perfecto. Ante acontecimientos en la vida que demuestren que no es perfecto y que tiene defectos o si alguien le hace una crítica, reaccionará con frustración, agresividad y/o negación. Lo siguiente que hará será demostrar por todos los medios que eso no es así aunque para ello tenga que llevarse lo que sea por delante. Si le descubrimos humillando o menospreciando a alguien será prueba de su desesperado intento por demostrar algo que sabe que no es cierto: que es perfecto y que sabe más y hace todo mejor que todo el mundo. ¿Es eso una autoestima sana? Probablemente sea la autoestima más destructiva del mundo. Esta persona se odiará siempre y odiará a todo el mundo porque el mundo le deja pruebas de su imperfección. Es una guerra constante contra todo, aunque una guerra encubierta que no dejará ver, tapándola con una coraza de grandeza y autocomplacencia a cualquier precio.

Autoexigencia

La comenté de pasada en el primer capítulo. Pero es suficientemente importante como para reflexionar un poco más sobre ella. Habrá quien diga que la autoexigencia es necesaria para obtener el éxito. Porque si no te obligas a hacer las cosas bien será más probable que te salgan mal y no lograrás lo que quieres. Por si no te has dado cuenta he cambiado autoexigencia por obligación como si se tratase de lo mismo pero es que exigir, es en gran parte, obligar. No me gusta mucho tirar de definiciones de diccionario pero hay veces que viene bien.

Exigencia:

  1. Pretensión caprichosa o desmedida.
  2. Requerimiento o necesidad forzosa para que se produzca una acción.

Obligar:

  1. Hacer [alguien o algo], con su autoridad, que una persona cumpla determinada cosa, sin dejarle posibilidad de elegir.

Necesidad forzosa o condición indispensable son conceptos que implican la no elección. La no alternativa a aquello que se exige. Si no tienes elección es que estás obligado a algo. Entendido esto, sigamos.

Cuando nos planteamos una meta, es decir, algo que queremos lograr en la vida debemos preguntarnos si es una meta elegida por nosotros y acorde con nuestros principios y valores y procurar siempre que nuestras metas no vengan impuestas desde fuera. Eso es lo primero aunque no es en lo que quería centrarme.

Pongamos por caso que perseguimos una meta que hemos elegido y que nos hará felices porque refuerza nuestros valores. Si es una meta elegida ya no es una meta exigida y todo aquello que hagamos para llegar a ella tampoco debe ser exigido ya que si la meta nos motiva no necesitamos obligarnos a recorrer el camino. Luchamos por esa meta porque queremos no porque estemos obligados. La motivación debe ser el impulso y no la obligación. Eso nos hace sentir libres, valientes y fuertes. No nos sentiremos así ante la obligación ya que ésta no da lugar a elección. No nos sentiremos fuertes ni valientes sino sumisos al tirano que hemos creado en nuestra mente.

Así pues, ¿cómo se relaciona este concepto con la autoestima?. Si condiciono mi autoestima a unas determinadas autoexigencias querrá decir que si esas autoexigencias por lo que sea no se cumplen mi autoestima quedará cuestionada. Si me propongo, en cambio, metas elegidas y no las convierto en una condición indispensable para mantener o mejorar mi autoestima, ésta no quedará en entredicho ante el fracaso y nos sentiremos fuertes y motivados para volverlo a intentar.

Como conclusión, mejor no tirar de autoexigencia para lograr las cosas porque además así como no da lugar a elección tampoco da lugar a error. Y si el error ocurre será más frustrante y desmotivador en tanto en cuanto estábamos obligados a no equivocarnos. Por eso siempre mejor automotivación que autoexigencia.

Autoimagen corporal

Con el bombardeo constante que recibimos cada día sobre el culto a la belleza corporal no podemos obviar este aspecto que está tan relacionado con la autoestima.

Muchísima gente ve menguada su autoestima por culpa de la imagen corporal que viene impuesta desde fuera y que es una imagen perfecta. El mensaje constante de que es algo deseable lograr ser igual que los estereotipos publicitarios acaba por establecer esos estereotipos como obligatorios para el éxito. Eso se consigue a base de la reiteración en bucle del mensaje ya sea a través de la publicidad, la televisión o el cine por poner algunos ejemplos. La lógica social que observo es la siguiente: si la belleza es importante para el éxito y la belleza es lo que yo digo, si tu no eres como yo digo eres una fracasada. Hablo en términos femeninos porque es evidente que las mujeres somos las principales víctimas de una imagen perfecta exigida desde fuera. Los mensajes publicitarios tan insistentes en que cuidemos la línea y que compremos toda una serie de cremas para que nuestra piel sea perfecta a pesar del paso del tiempo consiguen que asimilemos que si no queremos quedarnos atrás en belleza, lo cual nos hará sentir inferiores, vayamos a comprar todos esos productos milagrosos que de milagrosos no tienen nada. Pero el día que le quitemos importancia a la imagen corporal (que no a la salud), escojamos por criterios propios la imagen que queremos tener y ésta no sea el reflejo surrealista de la perfección se les habrá acabado el chollo… perdón, el negocio y eso no lo van a permitir. Esa es nuestra lucha señoras y señoritas. No permitir que nuestra autoestima la determinen las grandes empresas de moda y de productos de estética. Seamos libres de elegir como ha de ser nuestro cuerpo y nuestra imagen y aceptemos sus imperfecciones ya que ellas forman parte de nosotros como seres humanos.

Es cierto que nuestra idea de belleza corporal está demasiado condicionada a la que impone la sociedad pero tampoco hace falta que persigamos la idea contraria. En realidad, basta con perseguir algo asequible y realista teniendo en cuenta lo que sabemos que es saludable, nuestro metabolismo, nuestros hábitos y la importancia que tiene para nosotros la imagen corporal; no la importancia impuesta desde fuera que es toda la del mundo con tal de engordar el negocio, sino la importancia que tiene para nosotros en función de nuestros valores. Para una persona cuyo mayor valor es la disciplina y escoge el culto al cuerpo para reforzar ese valor a esa persona le hará inmensamente feliz tener un cuerpo excelente ya que éste es fruto de su disciplina. Pero para una persona cuyos valores son otros y la belleza corporal no juega un papel importante en ellos no debemos dejar que pasen por encima los valores de una sociedad enferma y superficial y cuya no satisfacción nos haga sentir fracasados.

El perfeccionismo

Según cómo: un LASTRE con mayúsculas. ¿Qué es la perfección? A mi entender podemos verla de dos maneras: la manera surrealista y patológica o la manera útil. La patológica es la concepción de algo infinito en su perfección, es decir, algo infinitamente virtuoso y sin absolutamente ningún defecto. Creo que esa idea sólo la podemos concebir en la imaginación. Incluso hay gente (demasiada gente) que le ha puesto nombre: Dios. Por eso yo no creo en Dios.

Otra manera de ver la perfección es la que toca de pies en la tierra. La idea de algo que es suficientemente bueno, es decir, que cumple con unos criterios pero deben ser unos criterios realistas, alcanzables, realizables, asequibles… Sino, nos estamos yendo a la concepción patológica. Y es absurdo (que es lo más suave que puedo decir) que persigamos el ideal de perfección ya que nunca lo alcanzaremos y eso nos condenará inescrutablemente a la frustración y al fracaso.

Hay quienes persiguen ese ideal de perfección y los vemos abocados al sufrimiento. Pueden ser por ejemplo los que sufren trastorno obsesivo-compulsivo o personalidad obsesiva-compulsiva que no son exactamente lo mismo pero sufren este síntoma en mayor o menor medida. Son los que nunca están satisfechos con su trabajo. Creen que siempre puede hacerse mejor. Por mucho que se esfuercen nunca es suficiente. Ya que lo que intentan alcanzar (el ideal de perfección) es imposible. La autoestima de estas personas está necesariamente dañada ya que nunca son suficientemente buenos como para aceptarse a si mismos. El criterio para aceptarse a si mismos es inalcanzable.

Hay otros que persiguen una perfección que no es ideal, que es asequible pero a un precio altísimo ya que los criterios que deben cumplirse para lograr la perfección son muy difíciles de cumplir y requieren muchísimo esfuerzo, muchísimo tiempo y muchísima energía. En el arte, la ciencia o el deporte de élite es dónde podríamos encontrar más ejemplos de esta manera de trabajar. Gente que lo ha dejado todo para lograr unos niveles abrumadores de perfección en su trabajo. Esta gente llega un día que se sienten satisfechos de su trabajo y se sienten felices por a haber dedicado tanto esfuerzo y sacrificado tantas cosas por logrado. Si lograr llegar a ese nivel de perfección su autoestima ya irá subiendo por el camino. Tan sólo la lucha ya nos hace crecer la autoestima y pegamos el último «subidón» cuando alcanzamos la meta.

Luego está el escalafón medio. Un nivel de búsqueda de perfección que te motiva a caminar hacia el éxito pero que no es tan «exigente» ya que no tiene unos criterios tan altos para ser satisfecho. Los que persiguen objetivos a este nivel ven incrementada su autoestima en cada intento y en cada logro que seguro que son muchos ya que no hay que invertir tanto en cada uno.

La pregunta es: ¿Cuál de los tres niveles es el que aporta mayor autoestima? Después de preguntarnos esto decidamos cuál va a ser nuestro nivel de perfeccionismo para lograr una mayor autoestima y una mayor felicidad y seamos consecuentes con él.

 

Hasta aquí el segundo capítulo sobre autoestima. Podríamos reflexionar sobre más aspectos que pueden relacionarse con ella pero quizás más adelante. Estaría encantada de recibir sugerencias. Finalizo aquí este capítulo ya que no quiero escribir artículos demasiado extensos y este ya lo es bastante. Espero que haya sido ameno e interesante.

En el tercero hablaremos de cosas prácticas que podemos hacer para conocer y mejorar nuestra autoestima.

Un saludo y gracias por tu interés!

¿Cuándo consultar a un psicólogo infanto-juvenil?

Hoy en día, cada vez está más normalizado que acudir a un psicólogo no es «cosa de locos».

Para sacar de dudas al que no tenga del todo claro en qué consiste la psicología (y en este caso, la psicología clínica) le daré unas pinceladas al concepto.

La psicología no es ni más ni menos que el estudio del comportamiento humano. Se dice rápido pero es altamente complejo. Emitimos comportamientos desde que nacemos hasta que morimos y en todo momento, de manera que la psicología es amplísima. Por ello hay psicología aplicada al deporte, a las empresas, al marketing, a la clínica y a tantísimos otros ámbitos. Cuando estamos padeciendo algún tipo de sufrimiento o tenemos problemas o dudas sobre algún aspecto de nuestra vida y no sabemos resolverlo por nosotros mismos ni con la ayuda de nuestro entorno, quizás sea el momento de consultar a un psicólogo. Al tipo de psicólogo al que recurrirás es el psicólogo clínico o psicólogo sanitario o psicoterapeuta. Este tipo de psicólogo tiene como función evaluar las dimensiones del problema (discernir si hay trastorno o no, aunque a veces esa etiqueta no sea tan importante) y ofrecer herramientas a sus pacientes para que éstos dispongan de nuevos puntos de vista o nuevas herramientas para solucionar sus propios problemas, sufrimientos o dudas y ayudarles a lograr recuperar su bienestar psicológico.

Dicho esto queda claro que no estamos hablando de tener que padecer necesariamente un grave trastorno mental para acudir a un psicólogo. De hecho, es bastante frecuente que las personas nos enfrentemos en algún momento de nuestra vida a acontecimientos o situaciones que nos superan de algún modo y no vemos la manera de arreglarlo y acabar con ese malestar. Podemos pensar: todo el mundo se ve en algún momento en «esas» y no por eso tenemos que recurrir a un profesional. Es cierto. No es imprescindible. Esa decisión es muy personal y en cada persona es diferente el umbral de sufrimiento que podemos soportar antes de recurrir a un profesional. También es diferente la facilidad o dificultad que uno puede tener para ir a un extraño a contar lo que le pasa. También es cierto que a veces un problema que hoy no podemos solucionar y nos hace sufrir, mañana logramos enfrentarlo de otra manera y lo superamos, lo cual nos hace crecer y nos hace más fuertes. Pero también puede pasar que ese problema vaya creciendo; cada día sea más y más grande; cada día más y más difícil de afrontar y el problema nos acaba comiendo el terreno y haciéndonos profundamente infelices durante mucho tiempo acabando por enquistarse.

Cuando se trata del sufrimiento de nuestros hijos o de toda la estructura familiar la cosa se vuelve más peliaguda porque no se trata sólo de nosotros mismos sino que el problema va más allá y afecta a otras personas. La decisión de acudir a un profesional ya debe barajarse más seriamente y no pensárselo demasiado.

Un psicólogo infantil atiende al niño o adolescente como paciente principal pero también tiene la obligación de dedicar tiempo a escuchar a los padres y familiares cercanos y a darles herramientas a ellos también para manejar la situación entre todos. Todo el equipo debe poner de su parte: madre, padre, hijo, psicólogo y, a menudo, también la escuela.

¿En qué puede ayudar un psicólogo infantil? La lista sería larguísima. Para empezar podríamos enumerar todos los trastornos mentales que pueden afectar a niños o adolescentes y que no son pocos pero luego podríamos seguir con toda una serie de aspectos psicológicos en los que el paciente puede presentar problemas o dificultades como por ejemplo: miedos, autoestima, mala conducta, ira o rabia, ansiedad, tristeza, etc. Por otro lado, problemas o dificultades en diferentes ámbitos de la vida: fracaso escolar, mala relación familiar, indecisión para decidir y encaminar su futuro, mala relación con los compañeros o amigos, etc. Y, por último, baches varios que nos podemos topar en la educación de nuestros hijos en los que nos encontramos perdidos porque no sabemos si la conducta de nuestro hijo está dentro de lo «normal» o  no y no sabemos si estamos actuando correctamente en cuanto a eso.

Vale, pongamos por caso que tenemos o nuestro hijo/a tiene un problema o dificultad que nos desborda y no sabemos ayudarle. ¿Debo acudir a un profesional? Personalmente creo que debes acudir a un profesional sin pensarlo mucho cuando ese problema o dificultad esté generando un sufrimiento considerable que esté deteriorando el bienestar del niño/a y/o de los otros miembros de la familia debido a su gravedad o a la importancia que le demos a ese aspecto. Aunque, por otro lado, siempre es mejor prevenir que curar y no es necesario esperar a estar padeciendo mucho sufrimiento o angustia.

De todos modos, a la hora de plantearse acudir a un psicólogo hay que tener en cuenta algunos aspectos. Puede que el problema no sea del niño y que éste disfrute de bienestar psicológico y que el problema sea de los padres que esperaban una cosa y está sucediendo otra o que tienen un nivel de exigencia demasiado alto. También puede que haya algún comportamiento que no supone ningún problema en el presente pero que se aleja demasiado del comportamiento de los niños de su edad y que ese aspecto que ahora no es un problema sospechemos que podría serlo en el futuro. En este caso estaríamos hablando, por ejemplo, de retrasos en el desarrollo evolutivo o de etapas que se alargan más tiempo de lo que deberían. Y, por último, puede que nuestro hijo esté teniendo algún tipo de malestar psicológico o emocional y no nos hayamos dado cuenta o no le hayamos dado importancia. No dejemos que nuestro hijo sufra en valde sólo porque nosotros consideremos ese problema poco importante. Si el niño reacciona con tristeza o ansiedad seguramente necesite ayuda.

En cualquier caso, el tiempo y dinero que se invierta en la terapia variará en función de las dimensiones del problema y de cuánto pongamos de nuestra parte para solucionar el asunto. Puede que, en realidad, sea una fase normal del desarrollo del niño/a y que la solución sea tan sencilla como limitarse a tener paciencia y poco más o puede que haya un problema real y el proceso terapéutico dure un poco más.

En todo caso, es decisión personal de la familia decidir si vale la pena esa inversión por el bienestar de sus hijos/as y de la familia.

Primera entrada ¿De qué va esto?

Conecta con tu mente. Son las palabras que dan título a este blog sobre psicología. Me gustaría comenzar aclarando su nombre.

Lo he llamado así porque creo que resume bien lo que quiero ir transmitiendo en las sucesivas publicaciones. Conecta con tu mente porque me propongo que en cada publicación (o por lo menos en la mayoría) el lector logre conectar con una parte de su mente que quizás desconoce o, mejor dicho, ignora. Puede tratarse de percepciones, pensamientos, emociones, conductas… en definitiva de conectar con aquello que percibimos, pensamos, sentimos y hacemos y a lo cual a veces no logramos dar explicación ni sentido y para colmo, siendo conscientes o no, trae consecuencias en nosotros mismos y en nuestro entorno.

Quizás alguien se esté preguntando qué quiero decir con conectar. Cuando hablo de conectar hablo de conocer y tomar conciencia de las cosas que ocurren en nuestra mente para después, poder reflexionar sobre ello. Preguntarse cosas como cuándo, cómo o porqué ocurre y qué consecuencias tiene. Todo esto con el objetivo final de, si lo creemos conveniente, comenzar a dar pequeños pero firmes pasos hacia el cambio. Un cambio en aquellas partes de nuestra mente que nos juegan malas pasadas y nos dificultan ser felices.

Mi esperanza es, pues, que mediante este blog los lectores puedan conocerse mejor y buscar dentro de sí mismos. Que juntos podamos hallar las claves del descubrimiento de nuevas maneras de pensar, sentir, hacer y en definitiva de vivir. Todo para dar lugar a un cada vez mayor bienestar emocional y crecimiento personal. Al fin y al cabo eso es lo que nos traerá a corto o largo plazo una vida más plena y feliz.

Gracias por dedicar unos minutos a esta primera entrada. Espero que te haya resultado interesante y vuelvas a visitarme.

Un saludo.