Sobre autoestima. Capítulo II.

Este capítulo lo vamos a enfocar hacia la relación de la autoestima con diferentes aspectos importantes en la vida como por ejemplo: la autoexigencia, la necesidad de aprobación de los demás o el perfeccionismo, entre otros.

Error, perdón y rectificación (Rectificar es de sabios, ¿no?)

El perdón, hacia a uno mismo o hacia los demás, es un aspecto estrechamente relacionado con la autoestima. Durante la vida todos cometemos errores. Hacemos y decimos cosas de las que luego nos arrepentimos. Cosas que han herido a los demás o a nosotros mismos. Aceptando que sí o sí nos vamos a equivocar, nos tendríamos que plantear: ¿qué hacemos después?

Hay varias cosas que se pueden hacer cuando uno se equivoca. Unas que corresponden a un estilo punitivo: Autojuzgarnos, castigarnos y machacarnos; otras que son un estilo más pasivo: negar el error, proyectarlo en los demás y no hacer nosotros nada al respecto y un estilo más activo: reconocerlo, aceptarlo, aprender de él, rectificar, reparar… Y es este último estilo el que nos reportará mayor bienestar y reforzará, a su vez, nuestra autoestima.

El estilo punitivo es una demostración de odio y de rencor, actitudes que sólo dedicamos a nuestros peores enemigos. Tratarte como a tu peor enemigo te convierte justamente en eso: en alguien que para nada te va a ayudar y que te la jugará en cuanto pueda. El estilo pasivo es tan nocivo como el anterior. No implica cambio alguno y por tanto nos condena a cometer los mismos errores una y otra vez reforzando así una baja autoestima que cada vez será más y más baja. Porque una parte de nosotros niega el error pero siempre hay otra parte de nosotros que no se deja engañar del todo y de alguna manera sabe o intuye (aunque sea de manera inconsciente) que algo hemos hecho mal y eso nos puede hacer sentir tristes, enfadados, avergonzados y en última instancia: inseguros. Inseguros porque si no logramos dilucidar por qué algo ha salido mal tenemos esa sensación de que no tenemos ningún control sobre si eso volverá a ocurrir o no.

El estilo activo es el más difícil cuando uno está más acostumbrado a las otras maneras de actuar que son más fáciles pero también más nocivas. Lo primero que hace falta para actuar adecuadamente ante un error es ir desarrollando poco a poco la capacidad de autoanalizarse. Pensemos que solemos hacer cuando nos equivocamos. Detectemos cuál es nuestro estilo más frecuente. Es más fácil cambiar algo si primero vemos lo que hacemos mal. Luego, ¿qué hacemos en lugar de hacer lo que normalmente hacemos? (siento el trabalenguas). Intentar averiguar porqué nos hemos equivocado, qué nos ha llevado a actuar así y siempre buscar las respuestas en uno mismo y no en los demás porque a los demás no los podemos cambiar ni tenemos derecho a ello. Cada uno se cambia a sí mismo si quiere y cuando quiere. El objetivo es saber porqué y en qué nos hemos equivocado y cuánto más certeros seamos en la respuesta mejor podremos prevenir ese error en el futuro y mayor control tendremos sobre nuestro comportamiento. Bien, una vez hecho esto: toca enfrentarse a las consecuencias. ¿A quién hemos perjudicado? A esas personas es a las que tenemos que dirigirnos para hacerles saber que lo sentimos, que reconocemos que nos hemos equivocado y que intentaremos que no vuelva a pasar. Si además nos hemos perjudicado a nosotros mismos nos tendremos que perdonar automáticamente después de prometernos que haremos todo lo posible para que no vuelva a ocurrir. Pero aunque cometamos el mismo error una y otra vez siempre debemos perdonarnos y volver a luchar por no cometerlo. Si el intento de no equivocarse es sincero y verdadero seguro que, tarde o temprano, lograremos actuar como creemos que es mejor. En definitiva, se trata de aprender de los errores, de cambiar actitudes que no ayudan y de rectificar caminos que no nos vayan a llevar a dónde queremos estar.

A veces es realmente difícil distinguir si cuando algo ha salido mal el error ha sido nuestro o de otro. Si creemos que es de otro y que ello nos ha perjudicado lo adecuado sería decírselo pero siempre con respeto.

Por otro lado, tampoco es adecuado que, por habernos equivocado, nos coloquemos etiquetas negativas, y mucho más que las dejemos puestas para siempre. Los errores no nos definen si no queremos, porque siempre son susceptibles de no volver a cometerse. Si permitimos que un error se repita una y otra vez nos estará definiendo, al no hacer nada por evitarlo. Nosotros tenemos el poder de no dejar que nos definan, simplemente intentando cambiar de actitud.

La necesidad de aprobación de los demás

¿En qué consiste necesitar la aprobación de los demás? Consiste en actuar en base a los criterios, deseos o valores de los otros pasándolos por encima de los nuestros, con la intención de que estas personas nos aplaudan, nos valoren y nos aprecien. Eso es un craso error. Es imprescindible que nos deshagamos de ese lastre ya que nos impide ser nosotros mismos y actuar en base a nuestros propios criterios y valores que son los que nos van a hacer felices. Quizás no nos demos cuenta pero, actuar así nos va a hacer sentir muy pequeñitos y va a ser una patada a nuestra autoestima. Si complacemos al prójimo a cualquier precio (yendo en contra de nuestros propios criterios, deseos y valores) quizás nos aprecie más pero perderemos el aprecio de nosotros mismos. Es muy importante desarrollar nuestros propios criterios de lo que está bien y lo que está mal, lo que es bueno para nosotros y lo que no, lo que hiere a los demás y lo que no y actuar en base a ello tomando nuestras propias decisiones. Puede que no te hayas preguntado cuales son tus principios y valores. Nunca es tarde. A eso es a lo que llamamos autorrespeto. Seguro que alguno a eso lo llama egoísmo. Pero, ¿por qué hemos de ser más generosos con los demás que con nosotros? Si nos identificamos con esto sería bueno hacer un cambio de mentalidad y dejar de ir por el mundo intentando gustar a todo el mundo siempre.

No hay que confundir esto con hacer favores o complacer a los demás si así lo deseamos o lo creemos conveniente. A veces nos gusta invitar a algo a un amigo, hacer un favor a alguien de la familia, sorprender con algo agradable a nuestra pareja, etc. aunque esos actos nos requieran un «pequeño esfuerzo». Pero son actos de demostración de aprecio. Complacerte a ti, a quien aprecio, me complace a mi. No sería adecuado el complacer a otro para que nos quiera. Es decir, dejar que nos digan lo que tenemos que hacer, dejar que nos manipulen, dejar que se aprovechen de nosotros, dejar que nos pisoteen… sólo por lograr un poco de cariño por parte de los demás. Eso no es autoestima sino faltarse el respeto. Si te faltas el respeto a ti mismo favorecerás que te lo falten los demás. Si aprendemos a querernos a nosotros mismos no necesitaremos a toda costa la aprobación de los demás y eso nos dará libertad para actuar como nosotros mismos creemos que es mejor y tomar nuestras propias decisiones, lo cual será un respiro de aire fresco para nuestra autoestima.

La conclusión es paradójica y es que al dejar de buscar desesperadamente la aprobación de los demás, nos comportaremos con seguridad y con confianza y actuaremos de mejor modo, de modo auténtico, lo cual hará que gustemos más a la gente. Deja de buscarlo y lo encontrarás.

Narcisismo

Si tengo que quererme y gustarme a mi mismo, ¿se supone que tengo que ser un narcisista? Vamos a intentar aclarar cómo se relacionan el narcisismo y la autoestima.

Una persona narcisista se comporta de manera egocéntrica, autocomplaciente en exceso, es decir, pisoteando a los demás si es necesario, sin empatía (el dolor ajeno le es indiferente), no sabe amar a nadie y, lo más desagradable, siempre intenta dejar patente que él es mejor que tú y que todo el mundo en todo. Bien, aparentemente estamos ante una persona con una autoestima más grande que él mismo. Pero, ¿es eso lo que hay detrás de su comportamiento? Podríamos discutirlo.

En realidad, lo que hay detrás es una autoestima totalmente insana. Definitivamente mal construida. Si analizáramos el autoconcepto de un narcisista descubriríamos que no ve o no acepta ni tolera sus defectos y que engrandece sus virtudes. Si no tolera sus defectos, los cuales existen con toda seguridad ya que es sabido que nadie es perfecto, no conseguirá nunca amarse a sí mismo y tampoco emprenderá caminos hacia el cambio para ser quien quiere ser pero sin querer ser perfecto. Ante acontecimientos en la vida que demuestren que no es perfecto y que tiene defectos o si alguien le hace una crítica, reaccionará con frustración, agresividad y/o negación. Lo siguiente que hará será demostrar por todos los medios que eso no es así aunque para ello tenga que llevarse lo que sea por delante. Si le descubrimos humillando o menospreciando a alguien será prueba de su desesperado intento por demostrar algo que sabe que no es cierto: que es perfecto y que sabe más y hace todo mejor que todo el mundo. ¿Es eso una autoestima sana? Probablemente sea la autoestima más destructiva del mundo. Esta persona se odiará siempre y odiará a todo el mundo porque el mundo le deja pruebas de su imperfección. Es una guerra constante contra todo, aunque una guerra encubierta que no dejará ver, tapándola con una coraza de grandeza y autocomplacencia a cualquier precio.

Autoexigencia

La comenté de pasada en el primer capítulo. Pero es suficientemente importante como para reflexionar un poco más sobre ella. Habrá quien diga que la autoexigencia es necesaria para obtener el éxito. Porque si no te obligas a hacer las cosas bien será más probable que te salgan mal y no lograrás lo que quieres. Por si no te has dado cuenta he cambiado autoexigencia por obligación como si se tratase de lo mismo pero es que exigir, es en gran parte, obligar. No me gusta mucho tirar de definiciones de diccionario pero hay veces que viene bien.

Exigencia:

  1. Pretensión caprichosa o desmedida.
  2. Requerimiento o necesidad forzosa para que se produzca una acción.

Obligar:

  1. Hacer [alguien o algo], con su autoridad, que una persona cumpla determinada cosa, sin dejarle posibilidad de elegir.

Necesidad forzosa o condición indispensable son conceptos que implican la no elección. La no alternativa a aquello que se exige. Si no tienes elección es que estás obligado a algo. Entendido esto, sigamos.

Cuando nos planteamos una meta, es decir, algo que queremos lograr en la vida debemos preguntarnos si es una meta elegida por nosotros y acorde con nuestros principios y valores y procurar siempre que nuestras metas no vengan impuestas desde fuera. Eso es lo primero aunque no es en lo que quería centrarme.

Pongamos por caso que perseguimos una meta que hemos elegido y que nos hará felices porque refuerza nuestros valores. Si es una meta elegida ya no es una meta exigida y todo aquello que hagamos para llegar a ella tampoco debe ser exigido ya que si la meta nos motiva no necesitamos obligarnos a recorrer el camino. Luchamos por esa meta porque queremos no porque estemos obligados. La motivación debe ser el impulso y no la obligación. Eso nos hace sentir libres, valientes y fuertes. No nos sentiremos así ante la obligación ya que ésta no da lugar a elección. No nos sentiremos fuertes ni valientes sino sumisos al tirano que hemos creado en nuestra mente.

Así pues, ¿cómo se relaciona este concepto con la autoestima?. Si condiciono mi autoestima a unas determinadas autoexigencias querrá decir que si esas autoexigencias por lo que sea no se cumplen mi autoestima quedará cuestionada. Si me propongo, en cambio, metas elegidas y no las convierto en una condición indispensable para mantener o mejorar mi autoestima, ésta no quedará en entredicho ante el fracaso y nos sentiremos fuertes y motivados para volverlo a intentar.

Como conclusión, mejor no tirar de autoexigencia para lograr las cosas porque además así como no da lugar a elección tampoco da lugar a error. Y si el error ocurre será más frustrante y desmotivador en tanto en cuanto estábamos obligados a no equivocarnos. Por eso siempre mejor automotivación que autoexigencia.

Autoimagen corporal

Con el bombardeo constante que recibimos cada día sobre el culto a la belleza corporal no podemos obviar este aspecto que está tan relacionado con la autoestima.

Muchísima gente ve menguada su autoestima por culpa de la imagen corporal que viene impuesta desde fuera y que es una imagen perfecta. El mensaje constante de que es algo deseable lograr ser igual que los estereotipos publicitarios acaba por establecer esos estereotipos como obligatorios para el éxito. Eso se consigue a base de la reiteración en bucle del mensaje ya sea a través de la publicidad, la televisión o el cine por poner algunos ejemplos. La lógica social que observo es la siguiente: si la belleza es importante para el éxito y la belleza es lo que yo digo, si tu no eres como yo digo eres una fracasada. Hablo en términos femeninos porque es evidente que las mujeres somos las principales víctimas de una imagen perfecta exigida desde fuera. Los mensajes publicitarios tan insistentes en que cuidemos la línea y que compremos toda una serie de cremas para que nuestra piel sea perfecta a pesar del paso del tiempo consiguen que asimilemos que si no queremos quedarnos atrás en belleza, lo cual nos hará sentir inferiores, vayamos a comprar todos esos productos milagrosos que de milagrosos no tienen nada. Pero el día que le quitemos importancia a la imagen corporal (que no a la salud), escojamos por criterios propios la imagen que queremos tener y ésta no sea el reflejo surrealista de la perfección se les habrá acabado el chollo… perdón, el negocio y eso no lo van a permitir. Esa es nuestra lucha señoras y señoritas. No permitir que nuestra autoestima la determinen las grandes empresas de moda y de productos de estética. Seamos libres de elegir como ha de ser nuestro cuerpo y nuestra imagen y aceptemos sus imperfecciones ya que ellas forman parte de nosotros como seres humanos.

Es cierto que nuestra idea de belleza corporal está demasiado condicionada a la que impone la sociedad pero tampoco hace falta que persigamos la idea contraria. En realidad, basta con perseguir algo asequible y realista teniendo en cuenta lo que sabemos que es saludable, nuestro metabolismo, nuestros hábitos y la importancia que tiene para nosotros la imagen corporal; no la importancia impuesta desde fuera que es toda la del mundo con tal de engordar el negocio, sino la importancia que tiene para nosotros en función de nuestros valores. Para una persona cuyo mayor valor es la disciplina y escoge el culto al cuerpo para reforzar ese valor a esa persona le hará inmensamente feliz tener un cuerpo excelente ya que éste es fruto de su disciplina. Pero para una persona cuyos valores son otros y la belleza corporal no juega un papel importante en ellos no debemos dejar que pasen por encima los valores de una sociedad enferma y superficial y cuya no satisfacción nos haga sentir fracasados.

El perfeccionismo

Según cómo: un LASTRE con mayúsculas. ¿Qué es la perfección? A mi entender podemos verla de dos maneras: la manera surrealista y patológica o la manera útil. La patológica es la concepción de algo infinito en su perfección, es decir, algo infinitamente virtuoso y sin absolutamente ningún defecto. Creo que esa idea sólo la podemos concebir en la imaginación. Incluso hay gente (demasiada gente) que le ha puesto nombre: Dios. Por eso yo no creo en Dios.

Otra manera de ver la perfección es la que toca de pies en la tierra. La idea de algo que es suficientemente bueno, es decir, que cumple con unos criterios pero deben ser unos criterios realistas, alcanzables, realizables, asequibles… Sino, nos estamos yendo a la concepción patológica. Y es absurdo (que es lo más suave que puedo decir) que persigamos el ideal de perfección ya que nunca lo alcanzaremos y eso nos condenará inescrutablemente a la frustración y al fracaso.

Hay quienes persiguen ese ideal de perfección y los vemos abocados al sufrimiento. Pueden ser por ejemplo los que sufren trastorno obsesivo-compulsivo o personalidad obsesiva-compulsiva que no son exactamente lo mismo pero sufren este síntoma en mayor o menor medida. Son los que nunca están satisfechos con su trabajo. Creen que siempre puede hacerse mejor. Por mucho que se esfuercen nunca es suficiente. Ya que lo que intentan alcanzar (el ideal de perfección) es imposible. La autoestima de estas personas está necesariamente dañada ya que nunca son suficientemente buenos como para aceptarse a si mismos. El criterio para aceptarse a si mismos es inalcanzable.

Hay otros que persiguen una perfección que no es ideal, que es asequible pero a un precio altísimo ya que los criterios que deben cumplirse para lograr la perfección son muy difíciles de cumplir y requieren muchísimo esfuerzo, muchísimo tiempo y muchísima energía. En el arte, la ciencia o el deporte de élite es dónde podríamos encontrar más ejemplos de esta manera de trabajar. Gente que lo ha dejado todo para lograr unos niveles abrumadores de perfección en su trabajo. Esta gente llega un día que se sienten satisfechos de su trabajo y se sienten felices por a haber dedicado tanto esfuerzo y sacrificado tantas cosas por logrado. Si lograr llegar a ese nivel de perfección su autoestima ya irá subiendo por el camino. Tan sólo la lucha ya nos hace crecer la autoestima y pegamos el último «subidón» cuando alcanzamos la meta.

Luego está el escalafón medio. Un nivel de búsqueda de perfección que te motiva a caminar hacia el éxito pero que no es tan «exigente» ya que no tiene unos criterios tan altos para ser satisfecho. Los que persiguen objetivos a este nivel ven incrementada su autoestima en cada intento y en cada logro que seguro que son muchos ya que no hay que invertir tanto en cada uno.

La pregunta es: ¿Cuál de los tres niveles es el que aporta mayor autoestima? Después de preguntarnos esto decidamos cuál va a ser nuestro nivel de perfeccionismo para lograr una mayor autoestima y una mayor felicidad y seamos consecuentes con él.

 

Hasta aquí el segundo capítulo sobre autoestima. Podríamos reflexionar sobre más aspectos que pueden relacionarse con ella pero quizás más adelante. Estaría encantada de recibir sugerencias. Finalizo aquí este capítulo ya que no quiero escribir artículos demasiado extensos y este ya lo es bastante. Espero que haya sido ameno e interesante.

En el tercero hablaremos de cosas prácticas que podemos hacer para conocer y mejorar nuestra autoestima.

Un saludo y gracias por tu interés!

Sobre autoestima. Capítulo I.

Mucha gente habla de autoestima. Todo el mundo sabe que hay que tenerla, que es bueno, que si no la tienes… mal. Pero, ¿cuánta gente sabe de lo que está hablando? Seguramente, no tanta; y me parece lógico porque es un concepto bastante complejo e interesante de analizar en profundidad.

Si buscamos definiciones de autoestima en libros, en internet, en diccionarios; si preguntamos a diferentes profesionales… seguramente obtendremos respuestas distintas cada vez. La definición puede depender del enfoque psicológico desde el que se analiza, enfatizando cada uno diferentes aspectos de la mente humana.

Pero lo cierto es que muchas de las definiciones terminan por tener más en común de lo que parece. Aquí van algunas:

Aprecio o consideración que uno tiene de sí mismo.

Sentimiento de aceptación y aprecio hacia uno mismo, que va unido al sentimiento de competencia y valía personal.

Grado en que los individuos tienen sentimientos positivos o negativos acerca de sí mismos y de su propio valor.

La capacidad que tiene la persona de valorarse, amarse, apreciarse y aceptarse a sí mismo.

El conjunto de las actitudes del individuo hacia sí mismo.

El amor que cada persona tiene de sí mismo.

Evaluación que una persona hace de sí misma.

Podríamos encontrar infinitas más. Pero creo que, para el caso, son más que suficientes.

Entre todas ellas, encontramos palabras clave: aceptación, aprecio, competencia, valía, amor, evaluación… y podríamos añadir alguna más como confianza y consciencia, siempre en referencia a uno mismo. Personalmente, creo que todas tienen que ver con la autoestima, que todas esas palabras, de alguna manera, forman parte del concepto.

Por mi parte, en lugar de elaborar una definición más para el gigantesco saco de las que podemos encontrar, lo que voy a hacer es hablar de cada uno de sus componentes por separado.

Primero, demos un “porqué” a dedicar tiempo a escribir y leer acerca de esto. ¿Dónde radica la importancia de la autoestima? Sin duda alguna, está en la gran medida en que influye y se manifiesta en nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nuestra autoestima hace acto de presencia a través de nuestros pensamientos, percepciones, conductas, emociones… y eso, es mucha presencia. La autoestima tiene un gran poder sobre nuestra mente y, en consecuencia, sobre nuestra vida. Por ello, muchas de las causas (que no todas) de una mala salud mental, sea cual sea su manifestación patológica, tienen que algo que ver, por remotamente que sea, con la autoestima baja.

No me andaré más por las ramas. Pasemos a hablar de sus componentes, para intentar comprender todo lo que engloba este poderoso concepto.

ACEPTACIÓN

Podemos decir que es signo de buena autoestima la aceptación de uno mismo. La palabra aceptación tiene varias acepciones en su definición. Las que nos interesan: admisión y aprobación.

Admisión haría referencia a admito lo que soy… es decir, no negar lo que somos. Debemos reconocer nuestros defectos, virtudes, habilidades, debilidades, competencias, limitaciones… Así como jamás negar que tenemos ciertas necesidades, derechos, obligaciones y responsabilidades como seres humanos en un mundo en que vivimos en sociedad. Y tener en cuenta que estos aspectos que debemos reconocer, no debemos magnificarlos ni menospreciarlos. Valorémoslos en su justa medida y con proporción. Cuando reconozcamos todos estos aspectos en nosotros mismos los reconoceremos y respetaremos en los demás. Eso hará que vivamos en paz con nosotros y con el resto de personas que nos rodean. Seremos más felices y haremos más felices a los demás.

Si admito que tengo un defecto como, por ejemplo, la pereza, toleraré y respetaré a aquellas personas en las que perciba ese defecto; y en vez de juzgarlas y criticarlas quizás les anime a superar ese defectillo para ayudarle a mejorar si es que lo desea o lo necesita.

Si admito que tengo derechos como el de expresar mi opinión de manera legítima, reconoceré ese derecho en los demás y no censuraré a nadie.

Si admito que tengo necesidades como la de tener el apoyo de un ser querido en momentos difíciles no juzgaré de cobarde ni me burlaré de los que tengan esa necesidad también.

Así podríamos seguir con infinitos ejemplos pero creo que queda claro que admitir ciertas cosas en nosotros nos ayuda a respetarnos y a respetar a los demás.

Por otro lado, aprobación significaría dar por bueno lo que soy. A este significado quizás deberíamos darle un par de vueltas. ¿Se supone que todo aquello que soy debo aceptarlo como bueno? ¿Si soy una persona rencorosa debo darlo por bueno? ¿Debo aceptarlo aún si eso va en contra de mis valores*? Bien, aclaremos que no se trata de aceptar nuestros defectos en ese sentido, sino de darnos por buenos como personas en general, sin poner en ninguna balanza virtudes y defectos.

Respecto a los defectos, me gustaría aclarar algo más. No se trataría tanto de darlos por buenos o no, sino de si nos vemos capaces de superarlos y ser como queremos ser. Si tenemos una autoestima sana seremos totalmente capaces de comportarnos como deseamos según nuestros valores y cambiar todo aquello de nosotros que creamos pertinente. Si creo que tiendo a ser impulsiva en más situaciones de las que me gustaría (porque la impulsividad no me ha ayudado mucho a salir exitosa de algunas situaciones), me esforzaré por comportarme de manera menos impulsiva. Es decir, pensando antes de actuar, en aquellas situaciones en que lo vea necesario. Simplemente porque eso es lo que quiero para mí y es lo que me conviene.

AMOR Y APRECIO  

¿No es cierto que cuando queremos a alguien solemos demostrárselo de diversas maneras (consciente o inconscientemente)?. Bien, eso es lo que deberíamos hacer con nosotros mismos. Si queremos a alguien, nos preocupamos por su bienestar físico y emocional, le hacemos algún regalo de vez en cuando, tenemos detalles, nos gusta estar con esa persona… También sentimos que, de alguna manera, le necesitamos y nos necesita, no le insultamos, no le faltamos el respeto, no le humillamos, le defendemos si es atacado, etc. Bueno, alguna vez se nos puede escapar algún acto o palabra que traiga como consecuencia algo negativo para otra persona pero no pasa nada si reconocemos el error, nos disculpamos, mostramos cierto arrepentimiento y estamos firmemente dispuestos a que no vuelva a ocurrir. En definitiva, todas esas cosas que demuestran que queremos a alguien también debemos hacerlas por nosotros. Eso, sin duda, es una señal de buena autoestima.

Preguntémonos si algo malo que hemos dicho y sobretodo pensado de nosotros mismos, se lo diríamos a esa persona que tanto queremos. Más de una y de dos veces nos sorprenderemos oyendo nuestros propios pensamientos decirnos burradas que no diríamos ni a nuestro peor enemigo. Preguntémonos si eso que hemos hecho o dejado de hacer que nos ha perjudicado se lo habríamos hecho a un ser querido.

COMPETENCIA Y CAPACIDAD    

¿Competencia y capacidad para qué? Para enfrentarnos a la vida como deseamos. Buena autoestima es sentirnos capaces y aptos para todo lo que se nos presente en la vida: para amar, para lograr éxitos, para solucionar problemas, para superar obstáculos y adversidades, para trabajar, para aprender, para hablar… Se trata de hacernos grandes ante los problemas, ante los retos y ante los deseos. Será siempre un ejercicio de autoestima el coger al toro por los cuernos. Aunque sin menospreciar que, como seres humanos, también tenemos limitaciones.

Y ponemos la guinda en el pastel si además de sentirnos capaces de actuar hacia lograr lo que queremos perdemos el pánico a equivocarnos, el cual es absurdo (más adelante hablaré de ello) ya que estamos diseñados para acertar y errar constantemente. Hemos de aceptar que no acertaremos siempre. Y hemos de comprender que un error no es un fracaso sino una oportunidad de aprender. Aun así no sobra tener, en ocasiones, cierto miedo y respeto (racional) a posibles errores garrafales que nos puedan herir a nosotros mismos o a terceras personas.

CONFIANZA Y SEGURIDAD

Por otro lado, la competencia va íntimamente relacionada con la confianza y la seguridad en uno mismo. Si actuamos con confianza y seguridad aumentaremos las probabilidades de que la jugada nos salga bien. La confianza implica mayor percepción de competencia y ésta hace que seamos verdaderamente más capaces de hacer las cosas bien y lograr el éxito. Si nos enfrentamos a las situaciones con inseguridad y con miedo a equivocarnos tendremos la percepción de que somos menos capaces de hacerlo bien y, con mayor probabilidad, así será. Tendremos más probabilidades de fracasar. Y lo que es peor, de alguna manera achacaremos el fracaso a nuestra mala actitud, lo cual hará que disminuya la confianza en nosotros mismos. Eso nos abocará a una espiral de fracasos y a una percepción de incapacidad para la vida. Hay que romper el ciclo y comenzar a forzar la percepción de que somos capaces, a confiar en nosotros mismos y a actuar con seguridad; y sólo así nos demostraremos que sí somos capaces de tener éxito.

AUTOVALORACIÓN

Hablemos ahora de valor. Valorarnos, tal y como yo lo entiendo y dicho metafóricamente, es todo aquello que estamos dispuestos a “pagar” por nosotros mismos, por nuestro bienestar. Un ejemplo: si nuestro bienestar depende de si dejamos o no un trabajo que nos está machacando (física y/o psicológicamente) deberíamos plantearnos: ¿vale más el dinero que me aporta ese trabajo que mi bienestar? Bien, puede que el dinero que nos aporta sea de vital importancia para nuestra supervivencia en la sociedad pero aun siendo así, ¿vale la pena intentar buscar otra cosa, o no?. Hay que decidir según cuánto nos valoremos a nosotros mismos. Señal de buena autoestima es darse valor a uno mismo. A veces sin darnos cuenta, cuando tomamos una decisión, estamos dando más valor a algunas cosas (muchas veces poco importantes) que a nosotros mismos. Por eso hay que saber valorarse.

Además de hablar del valor que nos atribuimos a nosotros mismo como personas también debemos dar valor a nuestras virtudes, defectos, habilidades, limitaciones, competencias, debilidades, necesidades, derechos, obligaciones y responsabilidades para ser consecuentes con todo ello. Si creemos que somos guapos pero no le damos valor a esa característica nos estaremos desvalorando. Si creemos que somos perezosos y a ello no atribuimos ningún valor, quizás no estemos siendo conscientes del precio que pagamos por seguir siendo perezosos (tareas mal hechas, llegar tarde, metas y objetivos incumplidos) y no haremos nada por solucionarlo. Si tenemos la habilidad de dibujar excelentemente y no le damos ningún valor quizás no nos demos cuenta de que podemos dedicarnos a ello y estaremos despreciando algo bueno de nosotros. Si tenemos la limitación de no ser demasiado hábiles expresando emociones y no damos valor a esta limitación posiblemente no nos daremos cuenta de que no es buena idea dedicarse a ser actor y si lo intentamos siempre nos daremos contra un muro porque al no darle valor a esa limitación no haremos nada para mejorarla. En cambio, si le damos valor, sentiremos que vale la pena mejorarla si lo que quiero es ser actor. En definitiva, es bueno valorar todo aquello que nos caracteriza para bien o para mal.

AUTOEVALUACIÓN

Evaluar es un concepto un poco más complicado pero, intentando simplificarlo, podríamos decir que va en la dirección de analizar.

Cuando analizamos, lo que hacemos es tener en cuenta los detalles de algo para hacer un balance. Por ejemplo, en el ámbito educativo, se evalúan los conocimientos y el aprendizaje de los alumnos. ¿Cómo? Intentando analizar o ver con detalle qué saben y qué no saben para, al final, hacer una estimación de sus conocimientos mediante una nota. En economía, evaluamos económicamente cosas como un negocio o un proyecto, analizando costes y beneficios para, al final, determinar si será rentable o no.

En el ámbito de la autoestima, autoevaluarnos consiste en analizar por separado lo que somos, es decir, nuestras virtudes o habilidades y nuestros defectos o debilidades. Una persona con autoestima sana, da igual importancia a ambas partes de si misma (la que le gusta y la que no). No se siente incómoda ni cuando se alaba ni cuando se hace una autocrítica constructiva. Es consciente de que esas etiquetas no son fijas en espacio y tiempo, de que somos de una manera con algunas personas y en algunas situaciones, y en otras somos de otra manera. No infravalora las virtudes ni magnifica los defectos, y viceversa. Además, describe sus defectos y debilidades sin faltarse el respeto, nunca de manera peyorativa. No es cruel a la hora de describirse. No es injusta. Sólo de esa manera construiremos un autoconcepto sano. Y, por último, sea cual sea el balance en la autoevaluación, aceptará los resultados, seguirá amándose a sí misma, se dará igualmente valor como persona y se sentirá capaz de corregir aquellos defectos que desee y de reforzar las habilidades que prefiera.

Un aspecto a tener cuenta cuando hablamos de autoevaluación es la autoexigencia. La autoexigencia exagerada hace que los criterios autoimpuestos para evaluarnos positivamente sean demasiado altos y difíciles de cumplir. Un exceso de autoexigencia nos puede abocar de cabeza a la infelicidad crónica. Cuidado con ella.

El resultado de nuestra autoevaluación es a lo que llamamos autoconcepto o autoimagen. Ese conjunto de etiquetas que nos describen en lo bueno y en lo malo. Es necesario hacernos una correcta autoevaluación (cómo ya he descrito) para construir un autoconcepto o autoimagen sanos. Cuanto más certeros sean éstos mayor será el autoconocimiento que tengamos de nosotros mismos.

Hasta aquí, mi primer capítulo sobre autoestima. En el segundo hablaré de aspectos de la vida que están íntimamente relacionados con ella como el perdón, la necesidad de aprobación de los demás o el narcisismo. También daremos una pincelada a responder lo que algunos os estaréis preguntando: ¿Cómo lograr una autoestima sana?

¿Cuándo consultar a un psicólogo infanto-juvenil?

Hoy en día, cada vez está más normalizado que acudir a un psicólogo no es «cosa de locos».

Para sacar de dudas al que no tenga del todo claro en qué consiste la psicología (y en este caso, la psicología clínica) le daré unas pinceladas al concepto.

La psicología no es ni más ni menos que el estudio del comportamiento humano. Se dice rápido pero es altamente complejo. Emitimos comportamientos desde que nacemos hasta que morimos y en todo momento, de manera que la psicología es amplísima. Por ello hay psicología aplicada al deporte, a las empresas, al marketing, a la clínica y a tantísimos otros ámbitos. Cuando estamos padeciendo algún tipo de sufrimiento o tenemos problemas o dudas sobre algún aspecto de nuestra vida y no sabemos resolverlo por nosotros mismos ni con la ayuda de nuestro entorno, quizás sea el momento de consultar a un psicólogo. Al tipo de psicólogo al que recurrirás es el psicólogo clínico o psicólogo sanitario o psicoterapeuta. Este tipo de psicólogo tiene como función evaluar las dimensiones del problema (discernir si hay trastorno o no, aunque a veces esa etiqueta no sea tan importante) y ofrecer herramientas a sus pacientes para que éstos dispongan de nuevos puntos de vista o nuevas herramientas para solucionar sus propios problemas, sufrimientos o dudas y ayudarles a lograr recuperar su bienestar psicológico.

Dicho esto queda claro que no estamos hablando de tener que padecer necesariamente un grave trastorno mental para acudir a un psicólogo. De hecho, es bastante frecuente que las personas nos enfrentemos en algún momento de nuestra vida a acontecimientos o situaciones que nos superan de algún modo y no vemos la manera de arreglarlo y acabar con ese malestar. Podemos pensar: todo el mundo se ve en algún momento en «esas» y no por eso tenemos que recurrir a un profesional. Es cierto. No es imprescindible. Esa decisión es muy personal y en cada persona es diferente el umbral de sufrimiento que podemos soportar antes de recurrir a un profesional. También es diferente la facilidad o dificultad que uno puede tener para ir a un extraño a contar lo que le pasa. También es cierto que a veces un problema que hoy no podemos solucionar y nos hace sufrir, mañana logramos enfrentarlo de otra manera y lo superamos, lo cual nos hace crecer y nos hace más fuertes. Pero también puede pasar que ese problema vaya creciendo; cada día sea más y más grande; cada día más y más difícil de afrontar y el problema nos acaba comiendo el terreno y haciéndonos profundamente infelices durante mucho tiempo acabando por enquistarse.

Cuando se trata del sufrimiento de nuestros hijos o de toda la estructura familiar la cosa se vuelve más peliaguda porque no se trata sólo de nosotros mismos sino que el problema va más allá y afecta a otras personas. La decisión de acudir a un profesional ya debe barajarse más seriamente y no pensárselo demasiado.

Un psicólogo infantil atiende al niño o adolescente como paciente principal pero también tiene la obligación de dedicar tiempo a escuchar a los padres y familiares cercanos y a darles herramientas a ellos también para manejar la situación entre todos. Todo el equipo debe poner de su parte: madre, padre, hijo, psicólogo y, a menudo, también la escuela.

¿En qué puede ayudar un psicólogo infantil? La lista sería larguísima. Para empezar podríamos enumerar todos los trastornos mentales que pueden afectar a niños o adolescentes y que no son pocos pero luego podríamos seguir con toda una serie de aspectos psicológicos en los que el paciente puede presentar problemas o dificultades como por ejemplo: miedos, autoestima, mala conducta, ira o rabia, ansiedad, tristeza, etc. Por otro lado, problemas o dificultades en diferentes ámbitos de la vida: fracaso escolar, mala relación familiar, indecisión para decidir y encaminar su futuro, mala relación con los compañeros o amigos, etc. Y, por último, baches varios que nos podemos topar en la educación de nuestros hijos en los que nos encontramos perdidos porque no sabemos si la conducta de nuestro hijo está dentro de lo «normal» o  no y no sabemos si estamos actuando correctamente en cuanto a eso.

Vale, pongamos por caso que tenemos o nuestro hijo/a tiene un problema o dificultad que nos desborda y no sabemos ayudarle. ¿Debo acudir a un profesional? Personalmente creo que debes acudir a un profesional sin pensarlo mucho cuando ese problema o dificultad esté generando un sufrimiento considerable que esté deteriorando el bienestar del niño/a y/o de los otros miembros de la familia debido a su gravedad o a la importancia que le demos a ese aspecto. Aunque, por otro lado, siempre es mejor prevenir que curar y no es necesario esperar a estar padeciendo mucho sufrimiento o angustia.

De todos modos, a la hora de plantearse acudir a un psicólogo hay que tener en cuenta algunos aspectos. Puede que el problema no sea del niño y que éste disfrute de bienestar psicológico y que el problema sea de los padres que esperaban una cosa y está sucediendo otra o que tienen un nivel de exigencia demasiado alto. También puede que haya algún comportamiento que no supone ningún problema en el presente pero que se aleja demasiado del comportamiento de los niños de su edad y que ese aspecto que ahora no es un problema sospechemos que podría serlo en el futuro. En este caso estaríamos hablando, por ejemplo, de retrasos en el desarrollo evolutivo o de etapas que se alargan más tiempo de lo que deberían. Y, por último, puede que nuestro hijo esté teniendo algún tipo de malestar psicológico o emocional y no nos hayamos dado cuenta o no le hayamos dado importancia. No dejemos que nuestro hijo sufra en valde sólo porque nosotros consideremos ese problema poco importante. Si el niño reacciona con tristeza o ansiedad seguramente necesite ayuda.

En cualquier caso, el tiempo y dinero que se invierta en la terapia variará en función de las dimensiones del problema y de cuánto pongamos de nuestra parte para solucionar el asunto. Puede que, en realidad, sea una fase normal del desarrollo del niño/a y que la solución sea tan sencilla como limitarse a tener paciencia y poco más o puede que haya un problema real y el proceso terapéutico dure un poco más.

En todo caso, es decisión personal de la familia decidir si vale la pena esa inversión por el bienestar de sus hijos/as y de la familia.

Cómo optimizar el aprendizaje en nuestros hijos

Durante toda la vida estamos en constante aprendizaje. Cada día podemos, si queremos y nos dejan, aprender cosas nuevas. Durante la edad adulta tendremos mayor capacidad de aprendizaje y de cambio si en la infancia se ha permitido que aprendamos a nuestro ritmo, sin presiones, sin sobreprotección, sin traumas, con naturalidad.

Los niños aprenden desde sus primeros años de vida. Lo hacen porque su cerebro se va desarrollando y van adquiriendo capacidades nuevas que les conducirán a habilidades nuevas. Su curiosidad y afán de exploración innatos serán el motor para ello. Los adultos jugaremos el papel de estar a su lado, tender la mano y darles ejemplo y confianza.

Habrá que tener algunas cosas en cuenta para lograr hacer este papel lo mejor posible.

REFUERZO POSITIVO

Reforcemos cada intento y cada logro que consigan nuestros hijos por pequeño que sea. Así verán que valoramos lo que hacen y estarán motivados para los siguientes pasos. El refuerzo es, para entendernos, un premio. Lo mejor es que el refuerzo sea verbal o social. Palabras de alabanza, de ánimo, de orgullo, besos, abrazos, etc. También es un refuerzo que contemos, delante de él/ella, a los demás (familiares, amigos…) lo bien que han hecho algo o lo que han logrado. El refuerzo material también es correcto pero conviene no abusar de él. El objetivo es que ese refuerzo que en la infancia damos nosotros se acabe interiorizando y se convierta, con el tiempo, en autorrefuerzo. De esa manera, con cada aprendizaje, obtendrá satisfacción personal sin necesidad de que le refuerce nadie externamente.

DAR EJEMPLO

Si queremos transmitirles una enseñanza o un valor la mejor lección será el ejemplo. Cuanto más pequeños más querrán imitarnos y será la mejor manera de que adquieran un comportamiento deseado. Si queremos que nuestro hijo no se distraiga con la consola durante las comidas, no estemos nosotros distraídos con el móvil. Si queremos que sea respetuoso, no faltemos nosotros el respeto. Si queremos que no nos mienta, procuremos no mentirle. Parece que los niños pequeños son tan pequeños que se enteran de poco, pero nada más lejos de la realidad, son grandes observadores y absorben mucha información del entorno y, de manera más o menos consciente, sacan conclusiones.

POTENCIAR SUS INTERESES

No quitemos importancia a sus gustos. Todo aquello que le interese será un foco de nuevos aprendizajes. Si le apasionan los dibujos de superhéroes seguro que estará más motivado para aprender a leer sólo por poder leer los comics de sus superhéroes preferidos. Si le encanta bailar, animémosle a ello apuntándole a clases y diciéndole cuánto nos gusta verle bailar. Si los potenciamos quién sabe si conseguirán con el tiempo desarrollar un talento. No decidamos nosotros si sus aficiones son una pérdida de tiempo o no. Eso debe estar en su mano.

LA TOMA DE DECISIONES

Permitamos con el tiempo que nuestros hijos vayan tomando pequeñas decisiones y procuremos reforzarlas. Con los años las decisiones habrán de ser cada vez mayores y más importantes y nuestro rol será aconsejar y estar al lado si se equivocan pero nunca decidir por ellos para evitar que se equivoquen. Porque en la vida adulta tomamos constantes decisiones y muchas veces podemos equivocarnos y mejor será que estemos preparados psicológicamente para ello. Podemos comenzar dejándole decidir cómo vestir para ir a la escuela (habrá que morderse la lengua si creemos que se ha vestido con muy mal gusto pero, a fin de cuentas, ¿qué importancia tiene? Dejemos que se equivoque y a ver qué pasa.), también darle un par o tres de opciones para el postre, o dejarle que opine sobre dónde ir el fin de semana.

PROTECCIÓN NO EXCESIVA

Una manera de sobreprotección es la comentada en el apartado anterior, proteger de las malas decisiones. Pero hay muchas otras maneras de sobreprotección. Por ejemplo: responsabilizarnos nosotros de los que debería responsabilizarse nuestro hijo. En nada lo ayudamos si lo duchamos nosotros cuando él podría ser perfectamente capaz de hacerlo si se lo permitiéramos. De nada sirve que le preparemos nosotros la mochila porque el día que tenga que hacerlo solo no querrá y no lo sabrá hacer y las consecuencias serán peores que si le hubiéramos permitido aprenderlo cuando tocaba.

LAS COMPARACIONES SON ODIOSAS

No es positivo que el niño vea que le comparamos constantemente con los hermanos, los primos, los compañeros de clase, los hijos del vecino… Ni para decir que son mejores ni mucho menos para decir que son peores. Cada niño es especial, tiene su personalidad, sus ritmos, sus gustos, etc. Compararles les creará una necesidad de competitividad excesiva que sin duda será fuente de ansiedad en el futuro. Además de verse minada su autoestima. Debemos valorarlos y transmitirles esa valoración independientemente de si tienen más o menos logros que el niño del vecino o que el hermano o que el primo.

EXIGENCIA JUSTA

Claro que tendremos que ser en algún momento exigentes con nuestros hijos. No nos conformaremos si a final de curso vienen con todo suspendido y no nos conformaremos con que nos diga que no va a barrer en casa porque no sabe. Tendremos que exigirle más esfuerzo para sacar las notas adelante y tendremos que exigirle que coja la escoba y aprenda porque debe responsabilizarse también de las tareas domésticas.

Pero cuidado con la exigencia excesiva. Si exigimos más de lo que nuestro hijo puede dar, dañaremos su autoestima y le haremos sentir que no vale, que no sirve. Si nuestro hijo saca todo notables y en vez de felicitarlo le transmitimos que no estamos conformes y que esperábamos sobresalientes nuestro hijo creerá que es mal estudiante y que para sentirse valorado por nosotros tiene que ser mucho mejor. Pero… puede ser mucho mejor? Seguramente sí pero este no será el camino para que lo sea. El camino es el de felicitarle y motivarle para que quiera ser mejor por decisión propia y no para sentirse valorado.

EL RITMO

Nos preocupa que nuestro hijo esté tardando en adquirir un aprendizaje? No cunda el pánico. Cada niño tiene sus ritmos y seguramente nos estemos preocupando más de la cuenta y lo único que pasa es que necesita un poco más de paciencia. Podemos animarle a intentarlo, ayudarlo si se equivoca, reforzarlo si se acerca a lograrlo y felicitarlo cuando lo consiga. No le ayudaremos si le presionamos, si nos enfadamos porque no lo logra, si le comparamos con los demás y si le exigimos un ritmo que no es el suyo y no puede asumir. De nuevo estaremos potenciando una mala autoestima, desconfianza en sí mismo y desmotivación para aprender cosas nuevas.

En conclusión, dejemos a nuestros hijos avanzar a su ritmo, yendo nosotros un paso por detrás por si nos necesitan, para sentirse seguros y confiados. Y estemos ahí siempre para felicitar cada paso adelante.

Educación emocional desde casa

tumblr_lccdd91nYt1qc6gwoHoy por hoy, la educación en la escuela tiene todavía un gran déficit. La educación emocional de nuestros hijos se queda coja si en casa tampoco lo hacemos.

A nuestros padres no les educaron emocionalmente, ni a nosotros, ni tampoco a los maestros. La gente ha aprendido sola a manejarse con sus propias emociones o con las de los demás y algunos han tenido más éxito que otros.

Las emociones, tanto las positivas como las negativas, están ahí. No podemos obviarlas. Convivimos con ellas. En nuestra mano está saber qué hacer con ellas para sacarles provecho. Las emociones, incluso las negativas, son útiles. Sirven para algo aunque sean molestas. Nos avisan que algo va mal y se irán o se quedarán en función de cómo las gestionemos.

Nunca es tarde para aprender a lidiar con ellas, pero cuanto antes aprendamos antes y más felices seremos. Por eso es tan importante que enseñemos a nuestros hijos educación emocional.

¿Cómo hacerlo?

Mother comforting her crying little girl - parenthood concept

Lo primero que hay que hacer con una emoción cuando aparece es identificarla. Es importante distinguir cuando estamos tristes, rabiosos, frustrados, etc.

Lo siguiente que podemos hacer una vez que la hemos identificado, es expresarla. No tenemos porqué esconderla. De esta manera le animamos a que nos lo explique cada vez que se sienta mal porque sabrá que le vamos a ayudar y no le vamos a decir que no llore o que no se sienta como se siente.

A partir de ahora hablaremos de “sentirse mal” como una manera genérica de decir “sentir una emoción negativa” pero siempre vamos a intentar concretar qué emoción es.

Hay que validar las emociones. No hay que juzgarlas o censurarlas. Cada uno se siente como se siente por alguna razón y eso no se juzga.

Por último, intentaremos acompañarle de la mano hacia el bienestar emocional. Quizás es la parte más difícil pero con pequeños gestos podemos ayudar mucho.

familia-tv2La mejor herramienta a la que podemos recurrir para enseñarle a identificar emociones son los cuentos o las películas infantiles. Compartir cuentos y películas con ellos y luego hablar sobre las situaciones de los personajes y las emociones por las que han pasado es muy útil para que vayan aprendiendo como se llama cada una y cómo se manifiesta (por lo menos en los demás).

La otra herramienta es aprovechar cuando veamos que nuestro hijo está pasando por una de esas emociones para decirle cómo se llama esa emoción y que vamos a hacer todo lo posible para que desaparezca.

Siempre debemos procurar animarle a que cuando se sienta mal nos lo diga porque vamos a estar ahí para ayudarle a que se sienta mejor. Tan sólo expresar cómo nos sentimos a alguien que nos escucha, nos permite sentirnos así, expresarlo y no nos juzga es un gran paso hacia sentirnos mejor. Procuremos ser esa persona que está ahí para eso.

Haciendo todo esto ya tenemos la mitad de la faena hecha. Gran parte de esa emoción negativa ya habrá desaparecido a través de la expresión y la comprensión. Lo siguiente es darle alguna solución a lo que le ha causado el malestar. De esta manera le enseñamos a no bloquearse ante las emociones sino a enfrentarse a ellas a través de la solución de problemas. Si está triste porque una profesora se ha enfadado con ella o él le ayudaremos a hacer algo para reparar la situación como enseñarle a disculparse con esa persona que se ha enfadado. Si es él el que está enfadado/a, por ejemplo, con nosotros, porque no le hemos comprado algo, intentaremos compensarle de alguna otra forma como comprárselo otro día o darle un postre que le guste o dejarle jugar un rato más. Así entenderá que no le hemos privado de eso que quería con la intención de fastidiarle sino por otra razón como que en ese momento no llevábamos dinero.

Por último, también funciona lo que funciona con todo el mundo: dar cariño, caricias, besos, abrazos o unas palabras de ánimo siempre hace que nos sintamos un poco mejor. Los niños no son menos merecedores de ese cariño sólo porque de vez en cuando no se porten de la mejor manera. Al fin y al cabo son niños y se comportan como tal. Tienen mucho que aprender y la mejor manera de enseñarles es tener mucha paciencia y darles todo el cariño que podamos.

img_49486

Educación emocional desde pequeños

Qué limitada es la educación que estamos dando a los niños! Aunque pueda parecer que no, la educación de los niños está muy coja. Quizás pueda parecer que lenguaje, matemáticas, ciencias naturales y sociales y educación física es más que suficiente para preparar a nuestros niños a enfrentarse a la vida.

Habrá quién piense: a la escuela se va a adquirir conocimientos académicos y en casa es dónde uno aprende a ser persona.

De verdad la sociedad puede delegar en los padres la responsabilidad de enseñar a los niños a ser personas? Yo creo que no.

Habrá padres estupendos muy capaces de ello pero… todos lo son? No hay carnet de madre ni padre así que nadie garantiza que un ser humano que crea a otro ser humano sea capaz de hacer de ese nuevo ser una persona educada o preparada para la vida. Cómo vamos a pretender que personas a las que educaron mal, eduquen bien?

Qué entendemos por ser persona? Por educar bien? Por estar preparado para la vida? Para mi, ser persona, es muchas cosas: capacidad para pensar con la mente abierta, para ser autónomo y responsable, es tener claros unos valores y principios que rijan nuestras decisiones, es ser ético, es saber quererse a si mismo y a los demás, es respetar y ser tolerante… y muchísimas cosas más.

Hay personas que aprenden eso en casa, otros tienen la capacidad para adquirir esos aprendizajes fuera de casa rechazando aprendizajes negativos y otros…. no lo aprenden nunca. No vamos a juzgar a esas personas que no fueron bien educadas, no tienen culpa. Juzguemos a una sociedad que no se ha dado cuenta o no ha querido darse cuenta de que estamos educando de manera muy pobre.

La psicología ha avanzado a pasos grandes en los últimos tiempos. Hemos logrado un gran conocimiento sobre el funcionamiento de la conducta humana (aunque aún quede un infinito de cosas por conocer) pero todo ese conocimiento tan valioso para hacer del ser humano una especie mejor no se está utilizando ni transmitiendo a las nuevas generaciones de manera global. Esos conocimientos parece que sólo llegan a personas o grupos pequeños de personas que están interesadas en ello.

Ha llegado la hora de que las instituciones tomen conciencia de que debemos ampliar la educación de nuestros futuros adultos. De tomar conciencia de cuán limitada es la que estamos dando y hasta dónde podríamos llegar.

Estamos educando niños sin preocuparnos de su autoestima y autoconfianza; aspecto crucial para que una persona sea feliz. La felicidad está en lo más alto de la pirámide de las necesidades de Maslow y vamos dando palos de ciego para encontrarla. Llevamos a cabo acciones siempre en busca de la felicidad pero muchas de ellas son incorrectas, van en dirección contraria sin que nos demos cuenta, y podemos hacernos daño a nosotros mismos y a los demás.

Estamos educando niños que no saben qué son las emociones ni qué hacer con ellas. El ser humano siempre va a tener emociones tanto positivas como negativas. Las positivas genial, no hay de qué preocuparse, pero las negativas también están ahí e ignorarlas no nos va a traer más que problemas. Necesitamos que los niños aprendan a identificar emociones propias y ajenas y saber qué hacer con ellas para sacarles provecho en lugar de sacar cosas negativas. Tristeza, rabia, frustración y muchas más, son emociones que van a estar ahí sí o sí en determinados momentos. Y no hay que eliminarlas (tampoco podríamos), porque son útiles, te avisan de que algo va mal y lo que hay que hacer es solucionar lo que va mal y la emoción se irá o permanecerá el tiempo que sea necesario hasta que hagamos algo correcto con ella.

No estamos enseñando a los niños a tener pensamiento crítico, ni a desarrollar valores ni principios propios y por tanto, son carne de cañón de los medios de comunicación, del marketing y de las modas. Son totalmente manipulables y moldeables.

No estamos dejando espacio en las aulas para la curiosidad y la creatividad. Las dos cosas más maravillosas del mundo y del ser humano son la capacidad para adquirir nuevos conocimientos, para descubrir e inventar y la capacidad de hacer arte. La ciencia nos deja conocer cada vez mejor la realidad que nos rodea y nos permite adaptarnos a ella y que ella se adapte a nosotros y el arte es capaz de transportarnos más allá de la realidad. Esos dos aspectos hacen del ser humano algo magnífico y excepcional. Bien, pues no le estamos sacando todo el potencial que tenemos para ello. En lugar de potenciar la curiosidad y la creatividad, hacemos todo lo contrario. Educamos niños cual cadena industrial, todos iguales, sin dejar espacio a la excepcionalidad de cada uno.

Resultado de imagen de adolescentes en clase

Si tu no eres conocedor y dueño de tu autoestima, de tus emociones, de tus valores y de tus principios alguien se adueñará de ellos. Quién lo haga, lo hará para su propio beneficio y estarás siendo utilizado quién sabe para qué. Las empresas te manipularán para obtener más beneficios, los políticos para obtener poder, y las personas de tu entorno para lograr su propia felicidad y no la tuya (aunque ni siquiera se den cuenta).

Si no dejamos espacio a la curiosidad, creatividad y excepcionalidad de cada niño quién sabe todo lo que la humanidad se está perdiendo.

Así nos va y así nos seguirá yendo si no se produce un cambio educacional.

Soledad ¿tragedia o tiempo para ti?

¿Cuando estás solo lo vives como algo desagradable? ¿Evitas a toda costa la soledad? ¿Eres de la opinión de que estar solo es algo negativo y que debe evitarse? ¿Crees que el ser humano es un ser 100% social y por ello no tiene capacidad para estar solo?

Planteando todas estas preguntas quiero abrir el tema de la soledad. Es un tema interesante porque para muchas personas la soledad o el sentirse solo puede llegar a convertirse en un verdadero calvario y sin saber bien porqué. Se ha dicho y se dice que la soledad causa tristeza, depresión e incluso problemas de salud física. En mi opinión no es la soledad propiamente dicha la que tiene estos efectos, entendiendo la soledad como ese espacio en que estamos a solas con nosotros mismos. Lo que causa esta gran tristeza es el contenido de nuestra mente con el cual conectamos al quedarnos solos. Pero si cambiamos el contenido de nuestra mente (principalmente los pensamientos y la actitud) podemos disfrutar de la soledad igual o más que estar en compañía.

Imagen

Primero, cabría comentar que la soledad es algo por lo que pasamos todos los seres humanos en algún momento del ciclo vital. ¿Quién no ha vivido ese primer día de colegio en que por primera vez nos separamos de la mamá o el papá? Es uno de los primeros momentos en que irremediablemente nos enfrentamos a la soledad, ya que nos abandonan en un lugar en que no conocemos a nadie y no tenemos ni idea de qué va a suceder ni si volverán a por nosotros.

En ese momento y en otros muchos en que debemos dar pasos adelante solos (el primer día de colegio, un examen, una entrevista de trabajo… y un sinfín de ejemplos más) se desarrolla, o debería desarrollarse, el aprendizaje de contar con uno mismo como único compañero de viaje con un trayecto más o menos largo.

Con esto quiero decir que sí o sí sería necesario que todos aprendiéramos a acompañarnos a nosotros mismos en momentos de soledad que sí o sí pasaremos. Pero, «¿qué me ocurre cuando estoy solo, que no consigo sentirme cómodo y me invade un malestar que no sé acallar?» Eso es a lo que yo llamo, concretamente, sentirse solo. «Me sentiré sola cuando ni yo misma sea capaz de darme buena compañía.» Y de hecho, aprender a hacernos compañía a nosotros mismos es un importante requisito para dar y disfrutar de la compañía de los demás. Esta distinción entre estar solo y sentirse solo explica porqué en ocasiones estando en compañía de otras personas nos podemos sentir solos. «Si me siento sola en compañía puede ser porque no me llevo bien con mi eterna compañera, que soy yo misma, lo cual duele, y ese dolor no lo puede consolar nadie. De ahí que me sienta sola.»

Ahora la pregunta es: ¿eres un buen compañero de ti mismo?

La respuesta está en qué nos decimos cuando estamos solos. Qué tipo de pensamientos nos vienen a la mente. Debemos conectar con eso. Tomar conciencia de cómo nos tratamos y un buen ejercicio es preguntarnos: ¿lo que me estoy diciendo respecto a mí mismo, mi ser, mi estado, mi situación… es lo que le diría a un amigo al que aprecio? Si la respuesta es no, vamos a tomar conciencia de ello e intentar cambiarlo. No tiene sentido que nos estemos tratando peor que a nuestro mejor amigo. Se trata de que también seamos el mejor amigo de uno mismo.

Pero, no basta con hacernos buena compañía y tratarnos bien. Otro aspecto importante para no sentirnos solos es ser responsables de nuestra propia vida, de nuestras propias decisiones y de nuestra propia felicidad. Si delegamos esta responsabilidad en otras personas (padres, pareja, hijos…) corremos el peligro de sentirnos solos cuando estas personas no estén, en el sentido de que no sabremos muy bien hacia dónde caminar, ni cuanto, ni para qué; y viviremos en el desasosiego de esperar que alguien haga todas esas cosas por nosotros. Ahí entra en juego la autonomía para desarrollar un proyecto de vida propio.

Es importante desarrollar metas, objetivos, proyectos por y para nosotros mismos. Estos proyectos pueden ser compartidos con otras personas, como por ejemplo, tu pareja o tus amigos (entonces genial) pero deben ser objetivos que, o bien se puedan desarrollar de manera autónoma en ausencia de esas personas, o bien puedan ser sustituidos por un plan B que cumpla este requisito. Resumiendo, no debemos depender de otros para dar sentido a nuestras vidas.

Hablando no tan a lo grande de los momentos breves de soledad, como por ejemplo pasar un día solo en casa (cuando estás acostumbrado a estar la mayor parte del tiempo acompañado) es bueno que además de darnos agradable compañía sepamos pasar ese momento solitario disfrutando. Es momento para descubrir qué nos gusta y hacerlo sin complejos ni remordimientos. Es momento de darnos ese regalo que merecemos incondicionalmente. Puede ser leer, escuchar música, ver una película, dar rienda suelta a la creatividad, bailar, reflexionar, hacer ejercicio y muchísimas cosas más (sobre gustos no hay nada escrito) incluso, siendo un poco más atrevida y rompiendo tabúes, disfrutar de la propia sexualidad.

Eso sí, hay que hacer una distinción en la intención que ponemos a las actividades que se pueden hacer en soledad. Hay que tomar conciencia de si estamos realizando una actividad para desconectarnos de nosotros mismos porque no nos gusta lo que ocurre en nuestra mente o la estamos haciendo para satisfacernos porque realmente nos aporta algo positivo esa actividad. Por poner un ejemplo, no es lo mismo ver una película con la intención de poner un parche al sentimiento de soledad y desconectar de él que ver una película porque nos interesa el argumento y queremos disfrutar viéndola. Es en este segundo caso cuando disfrutaremos realmente de ese momento y, en cambio, en el primer caso, lo más probable es que al terminar la película nos vuelva a invadir el malestar y tengamos la sensación de no haber disfrutado lo suficiente como para estar satisfechos y de haber perdido un tiempo precioso. Esta reflexión que ocupa este párrafo se me antoja una posible explicación de porque tantísima gente ve fielmente programas del tipo Sálvame (Telecinco). Son programas con una extraordinaria capacidad de apagar el sentimiento de soledad de la gente y generar una adicción que, si no es tan potente como la de las drogas, por lo menos, cumple la misma función. 

Entonces, para ir dejando zanjado (por lo menos por mi parte) este tema: ¿Qué es la soledad? Después de hacer esta reflexión he entendido que mi soledad soy yo misma y sería triste que estar conmigo misma fuera algo trágico. En nuestra mano está aprender a disfrutar de nosotros mismos y descatastrofizar la soledad cambiando de actitud ante ella.

No me gustaría cerrar el tema sin comentar un aspecto importante que concierne a la soledad y es el estigma social. A menudo, socialmente, no está bien visto estar solo. Nos sonarán frases como estas: ¿En serio?, ¿Que tienes casi 40 años y vives solo?, ¿No te has casado?, ¿Cómo?, ¿Que te vas de viaje a la otra punta del mundo tú solo?, ¿De verdad te vas a quedar el sábado noche solo en casa viendo una película? Quizás podamos comenzar a romper este estigma contestando con un rotundo SÍ, TENGO LA CAPACIDAD DE SER INDEPENDIENTE Y DISFRUTAR DE MI SOLEDAD Y ESTOY ORGULLOS@ DE ELLO.

Primera entrada ¿De qué va esto?

Conecta con tu mente. Son las palabras que dan título a este blog sobre psicología. Me gustaría comenzar aclarando su nombre.

Lo he llamado así porque creo que resume bien lo que quiero ir transmitiendo en las sucesivas publicaciones. Conecta con tu mente porque me propongo que en cada publicación (o por lo menos en la mayoría) el lector logre conectar con una parte de su mente que quizás desconoce o, mejor dicho, ignora. Puede tratarse de percepciones, pensamientos, emociones, conductas… en definitiva de conectar con aquello que percibimos, pensamos, sentimos y hacemos y a lo cual a veces no logramos dar explicación ni sentido y para colmo, siendo conscientes o no, trae consecuencias en nosotros mismos y en nuestro entorno.

Quizás alguien se esté preguntando qué quiero decir con conectar. Cuando hablo de conectar hablo de conocer y tomar conciencia de las cosas que ocurren en nuestra mente para después, poder reflexionar sobre ello. Preguntarse cosas como cuándo, cómo o porqué ocurre y qué consecuencias tiene. Todo esto con el objetivo final de, si lo creemos conveniente, comenzar a dar pequeños pero firmes pasos hacia el cambio. Un cambio en aquellas partes de nuestra mente que nos juegan malas pasadas y nos dificultan ser felices.

Mi esperanza es, pues, que mediante este blog los lectores puedan conocerse mejor y buscar dentro de sí mismos. Que juntos podamos hallar las claves del descubrimiento de nuevas maneras de pensar, sentir, hacer y en definitiva de vivir. Todo para dar lugar a un cada vez mayor bienestar emocional y crecimiento personal. Al fin y al cabo eso es lo que nos traerá a corto o largo plazo una vida más plena y feliz.

Gracias por dedicar unos minutos a esta primera entrada. Espero que te haya resultado interesante y vuelvas a visitarme.

Un saludo.