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Sobre autoestima. Capítulo I.

Mucha gente habla de autoestima. Todo el mundo sabe que hay que tenerla, que es bueno, que si no la tienes… mal. Pero, ¿cuánta gente sabe de lo que está hablando? Seguramente, no tanta; y me parece lógico porque es un concepto bastante complejo e interesante de analizar en profundidad.

Si buscamos definiciones de autoestima en libros, en internet, en diccionarios; si preguntamos a diferentes profesionales… seguramente obtendremos respuestas distintas cada vez. La definición puede depender del enfoque psicológico desde el que se analiza, enfatizando cada uno diferentes aspectos de la mente humana.

Pero lo cierto es que muchas de las definiciones terminan por tener más en común de lo que parece. Aquí van algunas:

Aprecio o consideración que uno tiene de sí mismo.

Sentimiento de aceptación y aprecio hacia uno mismo, que va unido al sentimiento de competencia y valía personal.

Grado en que los individuos tienen sentimientos positivos o negativos acerca de sí mismos y de su propio valor.

La capacidad que tiene la persona de valorarse, amarse, apreciarse y aceptarse a sí mismo.

El conjunto de las actitudes del individuo hacia sí mismo.

El amor que cada persona tiene de sí mismo.

Evaluación que una persona hace de sí misma.

Podríamos encontrar infinitas más. Pero creo que, para el caso, son más que suficientes.

Entre todas ellas, encontramos palabras clave: aceptación, aprecio, competencia, valía, amor, evaluación… y podríamos añadir alguna más como confianza y consciencia, siempre en referencia a uno mismo. Personalmente, creo que todas tienen que ver con la autoestima, que todas esas palabras, de alguna manera, forman parte del concepto.

Por mi parte, en lugar de elaborar una definición más para el gigantesco saco de las que podemos encontrar, lo que voy a hacer es hablar de cada uno de sus componentes por separado.

Primero, demos un “porqué” a dedicar tiempo a escribir y leer acerca de esto. ¿Dónde radica la importancia de la autoestima? Sin duda alguna, está en la gran medida en que influye y se manifiesta en nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nuestra autoestima hace acto de presencia a través de nuestros pensamientos, percepciones, conductas, emociones… y eso, es mucha presencia. La autoestima tiene un gran poder sobre nuestra mente y, en consecuencia, sobre nuestra vida. Por ello, muchas de las causas (que no todas) de una mala salud mental, sea cual sea su manifestación patológica, tienen que algo que ver, por remotamente que sea, con la autoestima baja.

No me andaré más por las ramas. Pasemos a hablar de sus componentes, para intentar comprender todo lo que engloba este poderoso concepto.

ACEPTACIÓN

Podemos decir que es signo de buena autoestima la aceptación de uno mismo. La palabra aceptación tiene varias acepciones en su definición. Las que nos interesan: admisión y aprobación.

Admisión haría referencia a admito lo que soy… es decir, no negar lo que somos. Debemos reconocer nuestros defectos, virtudes, habilidades, debilidades, competencias, limitaciones… Así como jamás negar que tenemos ciertas necesidades, derechos, obligaciones y responsabilidades como seres humanos en un mundo en que vivimos en sociedad. Y tener en cuenta que estos aspectos que debemos reconocer, no debemos magnificarlos ni menospreciarlos. Valorémoslos en su justa medida y con proporción. Cuando reconozcamos todos estos aspectos en nosotros mismos los reconoceremos y respetaremos en los demás. Eso hará que vivamos en paz con nosotros y con el resto de personas que nos rodean. Seremos más felices y haremos más felices a los demás.

Si admito que tengo un defecto como, por ejemplo, la pereza, toleraré y respetaré a aquellas personas en las que perciba ese defecto; y en vez de juzgarlas y criticarlas quizás les anime a superar ese defectillo para ayudarle a mejorar si es que lo desea o lo necesita.

Si admito que tengo derechos como el de expresar mi opinión de manera legítima, reconoceré ese derecho en los demás y no censuraré a nadie.

Si admito que tengo necesidades como la de tener el apoyo de un ser querido en momentos difíciles no juzgaré de cobarde ni me burlaré de los que tengan esa necesidad también.

Así podríamos seguir con infinitos ejemplos pero creo que queda claro que admitir ciertas cosas en nosotros nos ayuda a respetarnos y a respetar a los demás.

Por otro lado, aprobación significaría dar por bueno lo que soy. A este significado quizás deberíamos darle un par de vueltas. ¿Se supone que todo aquello que soy debo aceptarlo como bueno? ¿Si soy una persona rencorosa debo darlo por bueno? ¿Debo aceptarlo aún si eso va en contra de mis valores*? Bien, aclaremos que no se trata de aceptar nuestros defectos en ese sentido, sino de darnos por buenos como personas en general, sin poner en ninguna balanza virtudes y defectos.

Respecto a los defectos, me gustaría aclarar algo más. No se trataría tanto de darlos por buenos o no, sino de si nos vemos capaces de superarlos y ser como queremos ser. Si tenemos una autoestima sana seremos totalmente capaces de comportarnos como deseamos según nuestros valores y cambiar todo aquello de nosotros que creamos pertinente. Si creo que tiendo a ser impulsiva en más situaciones de las que me gustaría (porque la impulsividad no me ha ayudado mucho a salir exitosa de algunas situaciones), me esforzaré por comportarme de manera menos impulsiva. Es decir, pensando antes de actuar, en aquellas situaciones en que lo vea necesario. Simplemente porque eso es lo que quiero para mí y es lo que me conviene.

AMOR Y APRECIO  

¿No es cierto que cuando queremos a alguien solemos demostrárselo de diversas maneras (consciente o inconscientemente)?. Bien, eso es lo que deberíamos hacer con nosotros mismos. Si queremos a alguien, nos preocupamos por su bienestar físico y emocional, le hacemos algún regalo de vez en cuando, tenemos detalles, nos gusta estar con esa persona… También sentimos que, de alguna manera, le necesitamos y nos necesita, no le insultamos, no le faltamos el respeto, no le humillamos, le defendemos si es atacado, etc. Bueno, alguna vez se nos puede escapar algún acto o palabra que traiga como consecuencia algo negativo para otra persona pero no pasa nada si reconocemos el error, nos disculpamos, mostramos cierto arrepentimiento y estamos firmemente dispuestos a que no vuelva a ocurrir. En definitiva, todas esas cosas que demuestran que queremos a alguien también debemos hacerlas por nosotros. Eso, sin duda, es una señal de buena autoestima.

Preguntémonos si algo malo que hemos dicho y sobretodo pensado de nosotros mismos, se lo diríamos a esa persona que tanto queremos. Más de una y de dos veces nos sorprenderemos oyendo nuestros propios pensamientos decirnos burradas que no diríamos ni a nuestro peor enemigo. Preguntémonos si eso que hemos hecho o dejado de hacer que nos ha perjudicado se lo habríamos hecho a un ser querido.

COMPETENCIA Y CAPACIDAD    

¿Competencia y capacidad para qué? Para enfrentarnos a la vida como deseamos. Buena autoestima es sentirnos capaces y aptos para todo lo que se nos presente en la vida: para amar, para lograr éxitos, para solucionar problemas, para superar obstáculos y adversidades, para trabajar, para aprender, para hablar… Se trata de hacernos grandes ante los problemas, ante los retos y ante los deseos. Será siempre un ejercicio de autoestima el coger al toro por los cuernos. Aunque sin menospreciar que, como seres humanos, también tenemos limitaciones.

Y ponemos la guinda en el pastel si además de sentirnos capaces de actuar hacia lograr lo que queremos perdemos el pánico a equivocarnos, el cual es absurdo (más adelante hablaré de ello) ya que estamos diseñados para acertar y errar constantemente. Hemos de aceptar que no acertaremos siempre. Y hemos de comprender que un error no es un fracaso sino una oportunidad de aprender. Aun así no sobra tener, en ocasiones, cierto miedo y respeto (racional) a posibles errores garrafales que nos puedan herir a nosotros mismos o a terceras personas.

CONFIANZA Y SEGURIDAD

Por otro lado, la competencia va íntimamente relacionada con la confianza y la seguridad en uno mismo. Si actuamos con confianza y seguridad aumentaremos las probabilidades de que la jugada nos salga bien. La confianza implica mayor percepción de competencia y ésta hace que seamos verdaderamente más capaces de hacer las cosas bien y lograr el éxito. Si nos enfrentamos a las situaciones con inseguridad y con miedo a equivocarnos tendremos la percepción de que somos menos capaces de hacerlo bien y, con mayor probabilidad, así será. Tendremos más probabilidades de fracasar. Y lo que es peor, de alguna manera achacaremos el fracaso a nuestra mala actitud, lo cual hará que disminuya la confianza en nosotros mismos. Eso nos abocará a una espiral de fracasos y a una percepción de incapacidad para la vida. Hay que romper el ciclo y comenzar a forzar la percepción de que somos capaces, a confiar en nosotros mismos y a actuar con seguridad; y sólo así nos demostraremos que sí somos capaces de tener éxito.

AUTOVALORACIÓN

Hablemos ahora de valor. Valorarnos, tal y como yo lo entiendo y dicho metafóricamente, es todo aquello que estamos dispuestos a “pagar” por nosotros mismos, por nuestro bienestar. Un ejemplo: si nuestro bienestar depende de si dejamos o no un trabajo que nos está machacando (física y/o psicológicamente) deberíamos plantearnos: ¿vale más el dinero que me aporta ese trabajo que mi bienestar? Bien, puede que el dinero que nos aporta sea de vital importancia para nuestra supervivencia en la sociedad pero aun siendo así, ¿vale la pena intentar buscar otra cosa, o no?. Hay que decidir según cuánto nos valoremos a nosotros mismos. Señal de buena autoestima es darse valor a uno mismo. A veces sin darnos cuenta, cuando tomamos una decisión, estamos dando más valor a algunas cosas (muchas veces poco importantes) que a nosotros mismos. Por eso hay que saber valorarse.

Además de hablar del valor que nos atribuimos a nosotros mismo como personas también debemos dar valor a nuestras virtudes, defectos, habilidades, limitaciones, competencias, debilidades, necesidades, derechos, obligaciones y responsabilidades para ser consecuentes con todo ello. Si creemos que somos guapos pero no le damos valor a esa característica nos estaremos desvalorando. Si creemos que somos perezosos y a ello no atribuimos ningún valor, quizás no estemos siendo conscientes del precio que pagamos por seguir siendo perezosos (tareas mal hechas, llegar tarde, metas y objetivos incumplidos) y no haremos nada por solucionarlo. Si tenemos la habilidad de dibujar excelentemente y no le damos ningún valor quizás no nos demos cuenta de que podemos dedicarnos a ello y estaremos despreciando algo bueno de nosotros. Si tenemos la limitación de no ser demasiado hábiles expresando emociones y no damos valor a esta limitación posiblemente no nos daremos cuenta de que no es buena idea dedicarse a ser actor y si lo intentamos siempre nos daremos contra un muro porque al no darle valor a esa limitación no haremos nada para mejorarla. En cambio, si le damos valor, sentiremos que vale la pena mejorarla si lo que quiero es ser actor. En definitiva, es bueno valorar todo aquello que nos caracteriza para bien o para mal.

AUTOEVALUACIÓN

Evaluar es un concepto un poco más complicado pero, intentando simplificarlo, podríamos decir que va en la dirección de analizar.

Cuando analizamos, lo que hacemos es tener en cuenta los detalles de algo para hacer un balance. Por ejemplo, en el ámbito educativo, se evalúan los conocimientos y el aprendizaje de los alumnos. ¿Cómo? Intentando analizar o ver con detalle qué saben y qué no saben para, al final, hacer una estimación de sus conocimientos mediante una nota. En economía, evaluamos económicamente cosas como un negocio o un proyecto, analizando costes y beneficios para, al final, determinar si será rentable o no.

En el ámbito de la autoestima, autoevaluarnos consiste en analizar por separado lo que somos, es decir, nuestras virtudes o habilidades y nuestros defectos o debilidades. Una persona con autoestima sana, da igual importancia a ambas partes de si misma (la que le gusta y la que no). No se siente incómoda ni cuando se alaba ni cuando se hace una autocrítica constructiva. Es consciente de que esas etiquetas no son fijas en espacio y tiempo, de que somos de una manera con algunas personas y en algunas situaciones, y en otras somos de otra manera. No infravalora las virtudes ni magnifica los defectos, y viceversa. Además, describe sus defectos y debilidades sin faltarse el respeto, nunca de manera peyorativa. No es cruel a la hora de describirse. No es injusta. Sólo de esa manera construiremos un autoconcepto sano. Y, por último, sea cual sea el balance en la autoevaluación, aceptará los resultados, seguirá amándose a sí misma, se dará igualmente valor como persona y se sentirá capaz de corregir aquellos defectos que desee y de reforzar las habilidades que prefiera.

Un aspecto a tener cuenta cuando hablamos de autoevaluación es la autoexigencia. La autoexigencia exagerada hace que los criterios autoimpuestos para evaluarnos positivamente sean demasiado altos y difíciles de cumplir. Un exceso de autoexigencia nos puede abocar de cabeza a la infelicidad crónica. Cuidado con ella.

El resultado de nuestra autoevaluación es a lo que llamamos autoconcepto o autoimagen. Ese conjunto de etiquetas que nos describen en lo bueno y en lo malo. Es necesario hacernos una correcta autoevaluación (cómo ya he descrito) para construir un autoconcepto o autoimagen sanos. Cuanto más certeros sean éstos mayor será el autoconocimiento que tengamos de nosotros mismos.

Hasta aquí, mi primer capítulo sobre autoestima. En el segundo hablaré de aspectos de la vida que están íntimamente relacionados con ella como el perdón, la necesidad de aprobación de los demás o el narcisismo. También daremos una pincelada a responder lo que algunos os estaréis preguntando: ¿Cómo lograr una autoestima sana?

¿Cuándo consultar a un psicólogo infanto-juvenil?

Hoy en día, cada vez está más normalizado que acudir a un psicólogo no es «cosa de locos».

Para sacar de dudas al que no tenga del todo claro en qué consiste la psicología (y en este caso, la psicología clínica) le daré unas pinceladas al concepto.

La psicología no es ni más ni menos que el estudio del comportamiento humano. Se dice rápido pero es altamente complejo. Emitimos comportamientos desde que nacemos hasta que morimos y en todo momento, de manera que la psicología es amplísima. Por ello hay psicología aplicada al deporte, a las empresas, al marketing, a la clínica y a tantísimos otros ámbitos. Cuando estamos padeciendo algún tipo de sufrimiento o tenemos problemas o dudas sobre algún aspecto de nuestra vida y no sabemos resolverlo por nosotros mismos ni con la ayuda de nuestro entorno, quizás sea el momento de consultar a un psicólogo. Al tipo de psicólogo al que recurrirás es el psicólogo clínico o psicólogo sanitario o psicoterapeuta. Este tipo de psicólogo tiene como función evaluar las dimensiones del problema (discernir si hay trastorno o no, aunque a veces esa etiqueta no sea tan importante) y ofrecer herramientas a sus pacientes para que éstos dispongan de nuevos puntos de vista o nuevas herramientas para solucionar sus propios problemas, sufrimientos o dudas y ayudarles a lograr recuperar su bienestar psicológico.

Dicho esto queda claro que no estamos hablando de tener que padecer necesariamente un grave trastorno mental para acudir a un psicólogo. De hecho, es bastante frecuente que las personas nos enfrentemos en algún momento de nuestra vida a acontecimientos o situaciones que nos superan de algún modo y no vemos la manera de arreglarlo y acabar con ese malestar. Podemos pensar: todo el mundo se ve en algún momento en «esas» y no por eso tenemos que recurrir a un profesional. Es cierto. No es imprescindible. Esa decisión es muy personal y en cada persona es diferente el umbral de sufrimiento que podemos soportar antes de recurrir a un profesional. También es diferente la facilidad o dificultad que uno puede tener para ir a un extraño a contar lo que le pasa. También es cierto que a veces un problema que hoy no podemos solucionar y nos hace sufrir, mañana logramos enfrentarlo de otra manera y lo superamos, lo cual nos hace crecer y nos hace más fuertes. Pero también puede pasar que ese problema vaya creciendo; cada día sea más y más grande; cada día más y más difícil de afrontar y el problema nos acaba comiendo el terreno y haciéndonos profundamente infelices durante mucho tiempo acabando por enquistarse.

Cuando se trata del sufrimiento de nuestros hijos o de toda la estructura familiar la cosa se vuelve más peliaguda porque no se trata sólo de nosotros mismos sino que el problema va más allá y afecta a otras personas. La decisión de acudir a un profesional ya debe barajarse más seriamente y no pensárselo demasiado.

Un psicólogo infantil atiende al niño o adolescente como paciente principal pero también tiene la obligación de dedicar tiempo a escuchar a los padres y familiares cercanos y a darles herramientas a ellos también para manejar la situación entre todos. Todo el equipo debe poner de su parte: madre, padre, hijo, psicólogo y, a menudo, también la escuela.

¿En qué puede ayudar un psicólogo infantil? La lista sería larguísima. Para empezar podríamos enumerar todos los trastornos mentales que pueden afectar a niños o adolescentes y que no son pocos pero luego podríamos seguir con toda una serie de aspectos psicológicos en los que el paciente puede presentar problemas o dificultades como por ejemplo: miedos, autoestima, mala conducta, ira o rabia, ansiedad, tristeza, etc. Por otro lado, problemas o dificultades en diferentes ámbitos de la vida: fracaso escolar, mala relación familiar, indecisión para decidir y encaminar su futuro, mala relación con los compañeros o amigos, etc. Y, por último, baches varios que nos podemos topar en la educación de nuestros hijos en los que nos encontramos perdidos porque no sabemos si la conducta de nuestro hijo está dentro de lo «normal» o  no y no sabemos si estamos actuando correctamente en cuanto a eso.

Vale, pongamos por caso que tenemos o nuestro hijo/a tiene un problema o dificultad que nos desborda y no sabemos ayudarle. ¿Debo acudir a un profesional? Personalmente creo que debes acudir a un profesional sin pensarlo mucho cuando ese problema o dificultad esté generando un sufrimiento considerable que esté deteriorando el bienestar del niño/a y/o de los otros miembros de la familia debido a su gravedad o a la importancia que le demos a ese aspecto. Aunque, por otro lado, siempre es mejor prevenir que curar y no es necesario esperar a estar padeciendo mucho sufrimiento o angustia.

De todos modos, a la hora de plantearse acudir a un psicólogo hay que tener en cuenta algunos aspectos. Puede que el problema no sea del niño y que éste disfrute de bienestar psicológico y que el problema sea de los padres que esperaban una cosa y está sucediendo otra o que tienen un nivel de exigencia demasiado alto. También puede que haya algún comportamiento que no supone ningún problema en el presente pero que se aleja demasiado del comportamiento de los niños de su edad y que ese aspecto que ahora no es un problema sospechemos que podría serlo en el futuro. En este caso estaríamos hablando, por ejemplo, de retrasos en el desarrollo evolutivo o de etapas que se alargan más tiempo de lo que deberían. Y, por último, puede que nuestro hijo esté teniendo algún tipo de malestar psicológico o emocional y no nos hayamos dado cuenta o no le hayamos dado importancia. No dejemos que nuestro hijo sufra en valde sólo porque nosotros consideremos ese problema poco importante. Si el niño reacciona con tristeza o ansiedad seguramente necesite ayuda.

En cualquier caso, el tiempo y dinero que se invierta en la terapia variará en función de las dimensiones del problema y de cuánto pongamos de nuestra parte para solucionar el asunto. Puede que, en realidad, sea una fase normal del desarrollo del niño/a y que la solución sea tan sencilla como limitarse a tener paciencia y poco más o puede que haya un problema real y el proceso terapéutico dure un poco más.

En todo caso, es decisión personal de la familia decidir si vale la pena esa inversión por el bienestar de sus hijos/as y de la familia.

Cómo optimizar el aprendizaje en nuestros hijos

Durante toda la vida estamos en constante aprendizaje. Cada día podemos, si queremos y nos dejan, aprender cosas nuevas. Durante la edad adulta tendremos mayor capacidad de aprendizaje y de cambio si en la infancia se ha permitido que aprendamos a nuestro ritmo, sin presiones, sin sobreprotección, sin traumas, con naturalidad.

Los niños aprenden desde sus primeros años de vida. Lo hacen porque su cerebro se va desarrollando y van adquiriendo capacidades nuevas que les conducirán a habilidades nuevas. Su curiosidad y afán de exploración innatos serán el motor para ello. Los adultos jugaremos el papel de estar a su lado, tender la mano y darles ejemplo y confianza.

Habrá que tener algunas cosas en cuenta para lograr hacer este papel lo mejor posible.

REFUERZO POSITIVO

Reforcemos cada intento y cada logro que consigan nuestros hijos por pequeño que sea. Así verán que valoramos lo que hacen y estarán motivados para los siguientes pasos. El refuerzo es, para entendernos, un premio. Lo mejor es que el refuerzo sea verbal o social. Palabras de alabanza, de ánimo, de orgullo, besos, abrazos, etc. También es un refuerzo que contemos, delante de él/ella, a los demás (familiares, amigos…) lo bien que han hecho algo o lo que han logrado. El refuerzo material también es correcto pero conviene no abusar de él. El objetivo es que ese refuerzo que en la infancia damos nosotros se acabe interiorizando y se convierta, con el tiempo, en autorrefuerzo. De esa manera, con cada aprendizaje, obtendrá satisfacción personal sin necesidad de que le refuerce nadie externamente.

DAR EJEMPLO

Si queremos transmitirles una enseñanza o un valor la mejor lección será el ejemplo. Cuanto más pequeños más querrán imitarnos y será la mejor manera de que adquieran un comportamiento deseado. Si queremos que nuestro hijo no se distraiga con la consola durante las comidas, no estemos nosotros distraídos con el móvil. Si queremos que sea respetuoso, no faltemos nosotros el respeto. Si queremos que no nos mienta, procuremos no mentirle. Parece que los niños pequeños son tan pequeños que se enteran de poco, pero nada más lejos de la realidad, son grandes observadores y absorben mucha información del entorno y, de manera más o menos consciente, sacan conclusiones.

POTENCIAR SUS INTERESES

No quitemos importancia a sus gustos. Todo aquello que le interese será un foco de nuevos aprendizajes. Si le apasionan los dibujos de superhéroes seguro que estará más motivado para aprender a leer sólo por poder leer los comics de sus superhéroes preferidos. Si le encanta bailar, animémosle a ello apuntándole a clases y diciéndole cuánto nos gusta verle bailar. Si los potenciamos quién sabe si conseguirán con el tiempo desarrollar un talento. No decidamos nosotros si sus aficiones son una pérdida de tiempo o no. Eso debe estar en su mano.

LA TOMA DE DECISIONES

Permitamos con el tiempo que nuestros hijos vayan tomando pequeñas decisiones y procuremos reforzarlas. Con los años las decisiones habrán de ser cada vez mayores y más importantes y nuestro rol será aconsejar y estar al lado si se equivocan pero nunca decidir por ellos para evitar que se equivoquen. Porque en la vida adulta tomamos constantes decisiones y muchas veces podemos equivocarnos y mejor será que estemos preparados psicológicamente para ello. Podemos comenzar dejándole decidir cómo vestir para ir a la escuela (habrá que morderse la lengua si creemos que se ha vestido con muy mal gusto pero, a fin de cuentas, ¿qué importancia tiene? Dejemos que se equivoque y a ver qué pasa.), también darle un par o tres de opciones para el postre, o dejarle que opine sobre dónde ir el fin de semana.

PROTECCIÓN NO EXCESIVA

Una manera de sobreprotección es la comentada en el apartado anterior, proteger de las malas decisiones. Pero hay muchas otras maneras de sobreprotección. Por ejemplo: responsabilizarnos nosotros de los que debería responsabilizarse nuestro hijo. En nada lo ayudamos si lo duchamos nosotros cuando él podría ser perfectamente capaz de hacerlo si se lo permitiéramos. De nada sirve que le preparemos nosotros la mochila porque el día que tenga que hacerlo solo no querrá y no lo sabrá hacer y las consecuencias serán peores que si le hubiéramos permitido aprenderlo cuando tocaba.

LAS COMPARACIONES SON ODIOSAS

No es positivo que el niño vea que le comparamos constantemente con los hermanos, los primos, los compañeros de clase, los hijos del vecino… Ni para decir que son mejores ni mucho menos para decir que son peores. Cada niño es especial, tiene su personalidad, sus ritmos, sus gustos, etc. Compararles les creará una necesidad de competitividad excesiva que sin duda será fuente de ansiedad en el futuro. Además de verse minada su autoestima. Debemos valorarlos y transmitirles esa valoración independientemente de si tienen más o menos logros que el niño del vecino o que el hermano o que el primo.

EXIGENCIA JUSTA

Claro que tendremos que ser en algún momento exigentes con nuestros hijos. No nos conformaremos si a final de curso vienen con todo suspendido y no nos conformaremos con que nos diga que no va a barrer en casa porque no sabe. Tendremos que exigirle más esfuerzo para sacar las notas adelante y tendremos que exigirle que coja la escoba y aprenda porque debe responsabilizarse también de las tareas domésticas.

Pero cuidado con la exigencia excesiva. Si exigimos más de lo que nuestro hijo puede dar, dañaremos su autoestima y le haremos sentir que no vale, que no sirve. Si nuestro hijo saca todo notables y en vez de felicitarlo le transmitimos que no estamos conformes y que esperábamos sobresalientes nuestro hijo creerá que es mal estudiante y que para sentirse valorado por nosotros tiene que ser mucho mejor. Pero… puede ser mucho mejor? Seguramente sí pero este no será el camino para que lo sea. El camino es el de felicitarle y motivarle para que quiera ser mejor por decisión propia y no para sentirse valorado.

EL RITMO

Nos preocupa que nuestro hijo esté tardando en adquirir un aprendizaje? No cunda el pánico. Cada niño tiene sus ritmos y seguramente nos estemos preocupando más de la cuenta y lo único que pasa es que necesita un poco más de paciencia. Podemos animarle a intentarlo, ayudarlo si se equivoca, reforzarlo si se acerca a lograrlo y felicitarlo cuando lo consiga. No le ayudaremos si le presionamos, si nos enfadamos porque no lo logra, si le comparamos con los demás y si le exigimos un ritmo que no es el suyo y no puede asumir. De nuevo estaremos potenciando una mala autoestima, desconfianza en sí mismo y desmotivación para aprender cosas nuevas.

En conclusión, dejemos a nuestros hijos avanzar a su ritmo, yendo nosotros un paso por detrás por si nos necesitan, para sentirse seguros y confiados. Y estemos ahí siempre para felicitar cada paso adelante.

Educación emocional desde casa

tumblr_lccdd91nYt1qc6gwoHoy por hoy, la educación en la escuela tiene todavía un gran déficit. La educación emocional de nuestros hijos se queda coja si en casa tampoco lo hacemos.

A nuestros padres no les educaron emocionalmente, ni a nosotros, ni tampoco a los maestros. La gente ha aprendido sola a manejarse con sus propias emociones o con las de los demás y algunos han tenido más éxito que otros.

Las emociones, tanto las positivas como las negativas, están ahí. No podemos obviarlas. Convivimos con ellas. En nuestra mano está saber qué hacer con ellas para sacarles provecho. Las emociones, incluso las negativas, son útiles. Sirven para algo aunque sean molestas. Nos avisan que algo va mal y se irán o se quedarán en función de cómo las gestionemos.

Nunca es tarde para aprender a lidiar con ellas, pero cuanto antes aprendamos antes y más felices seremos. Por eso es tan importante que enseñemos a nuestros hijos educación emocional.

¿Cómo hacerlo?

Mother comforting her crying little girl - parenthood concept

Lo primero que hay que hacer con una emoción cuando aparece es identificarla. Es importante distinguir cuando estamos tristes, rabiosos, frustrados, etc.

Lo siguiente que podemos hacer una vez que la hemos identificado, es expresarla. No tenemos porqué esconderla. De esta manera le animamos a que nos lo explique cada vez que se sienta mal porque sabrá que le vamos a ayudar y no le vamos a decir que no llore o que no se sienta como se siente.

A partir de ahora hablaremos de “sentirse mal” como una manera genérica de decir “sentir una emoción negativa” pero siempre vamos a intentar concretar qué emoción es.

Hay que validar las emociones. No hay que juzgarlas o censurarlas. Cada uno se siente como se siente por alguna razón y eso no se juzga.

Por último, intentaremos acompañarle de la mano hacia el bienestar emocional. Quizás es la parte más difícil pero con pequeños gestos podemos ayudar mucho.

familia-tv2La mejor herramienta a la que podemos recurrir para enseñarle a identificar emociones son los cuentos o las películas infantiles. Compartir cuentos y películas con ellos y luego hablar sobre las situaciones de los personajes y las emociones por las que han pasado es muy útil para que vayan aprendiendo como se llama cada una y cómo se manifiesta (por lo menos en los demás).

La otra herramienta es aprovechar cuando veamos que nuestro hijo está pasando por una de esas emociones para decirle cómo se llama esa emoción y que vamos a hacer todo lo posible para que desaparezca.

Siempre debemos procurar animarle a que cuando se sienta mal nos lo diga porque vamos a estar ahí para ayudarle a que se sienta mejor. Tan sólo expresar cómo nos sentimos a alguien que nos escucha, nos permite sentirnos así, expresarlo y no nos juzga es un gran paso hacia sentirnos mejor. Procuremos ser esa persona que está ahí para eso.

Haciendo todo esto ya tenemos la mitad de la faena hecha. Gran parte de esa emoción negativa ya habrá desaparecido a través de la expresión y la comprensión. Lo siguiente es darle alguna solución a lo que le ha causado el malestar. De esta manera le enseñamos a no bloquearse ante las emociones sino a enfrentarse a ellas a través de la solución de problemas. Si está triste porque una profesora se ha enfadado con ella o él le ayudaremos a hacer algo para reparar la situación como enseñarle a disculparse con esa persona que se ha enfadado. Si es él el que está enfadado/a, por ejemplo, con nosotros, porque no le hemos comprado algo, intentaremos compensarle de alguna otra forma como comprárselo otro día o darle un postre que le guste o dejarle jugar un rato más. Así entenderá que no le hemos privado de eso que quería con la intención de fastidiarle sino por otra razón como que en ese momento no llevábamos dinero.

Por último, también funciona lo que funciona con todo el mundo: dar cariño, caricias, besos, abrazos o unas palabras de ánimo siempre hace que nos sintamos un poco mejor. Los niños no son menos merecedores de ese cariño sólo porque de vez en cuando no se porten de la mejor manera. Al fin y al cabo son niños y se comportan como tal. Tienen mucho que aprender y la mejor manera de enseñarles es tener mucha paciencia y darles todo el cariño que podamos.

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Educación emocional desde pequeños

Qué limitada es la educación que estamos dando a los niños! Aunque pueda parecer que no, la educación de los niños está muy coja. Quizás pueda parecer que lenguaje, matemáticas, ciencias naturales y sociales y educación física es más que suficiente para preparar a nuestros niños a enfrentarse a la vida.

Habrá quién piense: a la escuela se va a adquirir conocimientos académicos y en casa es dónde uno aprende a ser persona.

De verdad la sociedad puede delegar en los padres la responsabilidad de enseñar a los niños a ser personas? Yo creo que no.

Habrá padres estupendos muy capaces de ello pero… todos lo son? No hay carnet de madre ni padre así que nadie garantiza que un ser humano que crea a otro ser humano sea capaz de hacer de ese nuevo ser una persona educada o preparada para la vida. Cómo vamos a pretender que personas a las que educaron mal, eduquen bien?

Qué entendemos por ser persona? Por educar bien? Por estar preparado para la vida? Para mi, ser persona, es muchas cosas: capacidad para pensar con la mente abierta, para ser autónomo y responsable, es tener claros unos valores y principios que rijan nuestras decisiones, es ser ético, es saber quererse a si mismo y a los demás, es respetar y ser tolerante… y muchísimas cosas más.

Hay personas que aprenden eso en casa, otros tienen la capacidad para adquirir esos aprendizajes fuera de casa rechazando aprendizajes negativos y otros…. no lo aprenden nunca. No vamos a juzgar a esas personas que no fueron bien educadas, no tienen culpa. Juzguemos a una sociedad que no se ha dado cuenta o no ha querido darse cuenta de que estamos educando de manera muy pobre.

La psicología ha avanzado a pasos grandes en los últimos tiempos. Hemos logrado un gran conocimiento sobre el funcionamiento de la conducta humana (aunque aún quede un infinito de cosas por conocer) pero todo ese conocimiento tan valioso para hacer del ser humano una especie mejor no se está utilizando ni transmitiendo a las nuevas generaciones de manera global. Esos conocimientos parece que sólo llegan a personas o grupos pequeños de personas que están interesadas en ello.

Ha llegado la hora de que las instituciones tomen conciencia de que debemos ampliar la educación de nuestros futuros adultos. De tomar conciencia de cuán limitada es la que estamos dando y hasta dónde podríamos llegar.

Estamos educando niños sin preocuparnos de su autoestima y autoconfianza; aspecto crucial para que una persona sea feliz. La felicidad está en lo más alto de la pirámide de las necesidades de Maslow y vamos dando palos de ciego para encontrarla. Llevamos a cabo acciones siempre en busca de la felicidad pero muchas de ellas son incorrectas, van en dirección contraria sin que nos demos cuenta, y podemos hacernos daño a nosotros mismos y a los demás.

Estamos educando niños que no saben qué son las emociones ni qué hacer con ellas. El ser humano siempre va a tener emociones tanto positivas como negativas. Las positivas genial, no hay de qué preocuparse, pero las negativas también están ahí e ignorarlas no nos va a traer más que problemas. Necesitamos que los niños aprendan a identificar emociones propias y ajenas y saber qué hacer con ellas para sacarles provecho en lugar de sacar cosas negativas. Tristeza, rabia, frustración y muchas más, son emociones que van a estar ahí sí o sí en determinados momentos. Y no hay que eliminarlas (tampoco podríamos), porque son útiles, te avisan de que algo va mal y lo que hay que hacer es solucionar lo que va mal y la emoción se irá o permanecerá el tiempo que sea necesario hasta que hagamos algo correcto con ella.

No estamos enseñando a los niños a tener pensamiento crítico, ni a desarrollar valores ni principios propios y por tanto, son carne de cañón de los medios de comunicación, del marketing y de las modas. Son totalmente manipulables y moldeables.

No estamos dejando espacio en las aulas para la curiosidad y la creatividad. Las dos cosas más maravillosas del mundo y del ser humano son la capacidad para adquirir nuevos conocimientos, para descubrir e inventar y la capacidad de hacer arte. La ciencia nos deja conocer cada vez mejor la realidad que nos rodea y nos permite adaptarnos a ella y que ella se adapte a nosotros y el arte es capaz de transportarnos más allá de la realidad. Esos dos aspectos hacen del ser humano algo magnífico y excepcional. Bien, pues no le estamos sacando todo el potencial que tenemos para ello. En lugar de potenciar la curiosidad y la creatividad, hacemos todo lo contrario. Educamos niños cual cadena industrial, todos iguales, sin dejar espacio a la excepcionalidad de cada uno.

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Si tu no eres conocedor y dueño de tu autoestima, de tus emociones, de tus valores y de tus principios alguien se adueñará de ellos. Quién lo haga, lo hará para su propio beneficio y estarás siendo utilizado quién sabe para qué. Las empresas te manipularán para obtener más beneficios, los políticos para obtener poder, y las personas de tu entorno para lograr su propia felicidad y no la tuya (aunque ni siquiera se den cuenta).

Si no dejamos espacio a la curiosidad, creatividad y excepcionalidad de cada niño quién sabe todo lo que la humanidad se está perdiendo.

Así nos va y así nos seguirá yendo si no se produce un cambio educacional.

Soledad ¿tragedia o tiempo para ti?

¿Cuando estás solo lo vives como algo desagradable? ¿Evitas a toda costa la soledad? ¿Eres de la opinión de que estar solo es algo negativo y que debe evitarse? ¿Crees que el ser humano es un ser 100% social y por ello no tiene capacidad para estar solo?

Planteando todas estas preguntas quiero abrir el tema de la soledad. Es un tema interesante porque para muchas personas la soledad o el sentirse solo puede llegar a convertirse en un verdadero calvario y sin saber bien porqué. Se ha dicho y se dice que la soledad causa tristeza, depresión e incluso problemas de salud física. En mi opinión no es la soledad propiamente dicha la que tiene estos efectos, entendiendo la soledad como ese espacio en que estamos a solas con nosotros mismos. Lo que causa esta gran tristeza es el contenido de nuestra mente con el cual conectamos al quedarnos solos. Pero si cambiamos el contenido de nuestra mente (principalmente los pensamientos y la actitud) podemos disfrutar de la soledad igual o más que estar en compañía.

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Primero, cabría comentar que la soledad es algo por lo que pasamos todos los seres humanos en algún momento del ciclo vital. ¿Quién no ha vivido ese primer día de colegio en que por primera vez nos separamos de la mamá o el papá? Es uno de los primeros momentos en que irremediablemente nos enfrentamos a la soledad, ya que nos abandonan en un lugar en que no conocemos a nadie y no tenemos ni idea de qué va a suceder ni si volverán a por nosotros.

En ese momento y en otros muchos en que debemos dar pasos adelante solos (el primer día de colegio, un examen, una entrevista de trabajo… y un sinfín de ejemplos más) se desarrolla, o debería desarrollarse, el aprendizaje de contar con uno mismo como único compañero de viaje con un trayecto más o menos largo.

Con esto quiero decir que sí o sí sería necesario que todos aprendiéramos a acompañarnos a nosotros mismos en momentos de soledad que sí o sí pasaremos. Pero, «¿qué me ocurre cuando estoy solo, que no consigo sentirme cómodo y me invade un malestar que no sé acallar?» Eso es a lo que yo llamo, concretamente, sentirse solo. «Me sentiré sola cuando ni yo misma sea capaz de darme buena compañía.» Y de hecho, aprender a hacernos compañía a nosotros mismos es un importante requisito para dar y disfrutar de la compañía de los demás. Esta distinción entre estar solo y sentirse solo explica porqué en ocasiones estando en compañía de otras personas nos podemos sentir solos. «Si me siento sola en compañía puede ser porque no me llevo bien con mi eterna compañera, que soy yo misma, lo cual duele, y ese dolor no lo puede consolar nadie. De ahí que me sienta sola.»

Ahora la pregunta es: ¿eres un buen compañero de ti mismo?

La respuesta está en qué nos decimos cuando estamos solos. Qué tipo de pensamientos nos vienen a la mente. Debemos conectar con eso. Tomar conciencia de cómo nos tratamos y un buen ejercicio es preguntarnos: ¿lo que me estoy diciendo respecto a mí mismo, mi ser, mi estado, mi situación… es lo que le diría a un amigo al que aprecio? Si la respuesta es no, vamos a tomar conciencia de ello e intentar cambiarlo. No tiene sentido que nos estemos tratando peor que a nuestro mejor amigo. Se trata de que también seamos el mejor amigo de uno mismo.

Pero, no basta con hacernos buena compañía y tratarnos bien. Otro aspecto importante para no sentirnos solos es ser responsables de nuestra propia vida, de nuestras propias decisiones y de nuestra propia felicidad. Si delegamos esta responsabilidad en otras personas (padres, pareja, hijos…) corremos el peligro de sentirnos solos cuando estas personas no estén, en el sentido de que no sabremos muy bien hacia dónde caminar, ni cuanto, ni para qué; y viviremos en el desasosiego de esperar que alguien haga todas esas cosas por nosotros. Ahí entra en juego la autonomía para desarrollar un proyecto de vida propio.

Es importante desarrollar metas, objetivos, proyectos por y para nosotros mismos. Estos proyectos pueden ser compartidos con otras personas, como por ejemplo, tu pareja o tus amigos (entonces genial) pero deben ser objetivos que, o bien se puedan desarrollar de manera autónoma en ausencia de esas personas, o bien puedan ser sustituidos por un plan B que cumpla este requisito. Resumiendo, no debemos depender de otros para dar sentido a nuestras vidas.

Hablando no tan a lo grande de los momentos breves de soledad, como por ejemplo pasar un día solo en casa (cuando estás acostumbrado a estar la mayor parte del tiempo acompañado) es bueno que además de darnos agradable compañía sepamos pasar ese momento solitario disfrutando. Es momento para descubrir qué nos gusta y hacerlo sin complejos ni remordimientos. Es momento de darnos ese regalo que merecemos incondicionalmente. Puede ser leer, escuchar música, ver una película, dar rienda suelta a la creatividad, bailar, reflexionar, hacer ejercicio y muchísimas cosas más (sobre gustos no hay nada escrito) incluso, siendo un poco más atrevida y rompiendo tabúes, disfrutar de la propia sexualidad.

Eso sí, hay que hacer una distinción en la intención que ponemos a las actividades que se pueden hacer en soledad. Hay que tomar conciencia de si estamos realizando una actividad para desconectarnos de nosotros mismos porque no nos gusta lo que ocurre en nuestra mente o la estamos haciendo para satisfacernos porque realmente nos aporta algo positivo esa actividad. Por poner un ejemplo, no es lo mismo ver una película con la intención de poner un parche al sentimiento de soledad y desconectar de él que ver una película porque nos interesa el argumento y queremos disfrutar viéndola. Es en este segundo caso cuando disfrutaremos realmente de ese momento y, en cambio, en el primer caso, lo más probable es que al terminar la película nos vuelva a invadir el malestar y tengamos la sensación de no haber disfrutado lo suficiente como para estar satisfechos y de haber perdido un tiempo precioso. Esta reflexión que ocupa este párrafo se me antoja una posible explicación de porque tantísima gente ve fielmente programas del tipo Sálvame (Telecinco). Son programas con una extraordinaria capacidad de apagar el sentimiento de soledad de la gente y generar una adicción que, si no es tan potente como la de las drogas, por lo menos, cumple la misma función. 

Entonces, para ir dejando zanjado (por lo menos por mi parte) este tema: ¿Qué es la soledad? Después de hacer esta reflexión he entendido que mi soledad soy yo misma y sería triste que estar conmigo misma fuera algo trágico. En nuestra mano está aprender a disfrutar de nosotros mismos y descatastrofizar la soledad cambiando de actitud ante ella.

No me gustaría cerrar el tema sin comentar un aspecto importante que concierne a la soledad y es el estigma social. A menudo, socialmente, no está bien visto estar solo. Nos sonarán frases como estas: ¿En serio?, ¿Que tienes casi 40 años y vives solo?, ¿No te has casado?, ¿Cómo?, ¿Que te vas de viaje a la otra punta del mundo tú solo?, ¿De verdad te vas a quedar el sábado noche solo en casa viendo una película? Quizás podamos comenzar a romper este estigma contestando con un rotundo SÍ, TENGO LA CAPACIDAD DE SER INDEPENDIENTE Y DISFRUTAR DE MI SOLEDAD Y ESTOY ORGULLOS@ DE ELLO.

Primera entrada ¿De qué va esto?

Conecta con tu mente. Son las palabras que dan título a este blog sobre psicología. Me gustaría comenzar aclarando su nombre.

Lo he llamado así porque creo que resume bien lo que quiero ir transmitiendo en las sucesivas publicaciones. Conecta con tu mente porque me propongo que en cada publicación (o por lo menos en la mayoría) el lector logre conectar con una parte de su mente que quizás desconoce o, mejor dicho, ignora. Puede tratarse de percepciones, pensamientos, emociones, conductas… en definitiva de conectar con aquello que percibimos, pensamos, sentimos y hacemos y a lo cual a veces no logramos dar explicación ni sentido y para colmo, siendo conscientes o no, trae consecuencias en nosotros mismos y en nuestro entorno.

Quizás alguien se esté preguntando qué quiero decir con conectar. Cuando hablo de conectar hablo de conocer y tomar conciencia de las cosas que ocurren en nuestra mente para después, poder reflexionar sobre ello. Preguntarse cosas como cuándo, cómo o porqué ocurre y qué consecuencias tiene. Todo esto con el objetivo final de, si lo creemos conveniente, comenzar a dar pequeños pero firmes pasos hacia el cambio. Un cambio en aquellas partes de nuestra mente que nos juegan malas pasadas y nos dificultan ser felices.

Mi esperanza es, pues, que mediante este blog los lectores puedan conocerse mejor y buscar dentro de sí mismos. Que juntos podamos hallar las claves del descubrimiento de nuevas maneras de pensar, sentir, hacer y en definitiva de vivir. Todo para dar lugar a un cada vez mayor bienestar emocional y crecimiento personal. Al fin y al cabo eso es lo que nos traerá a corto o largo plazo una vida más plena y feliz.

Gracias por dedicar unos minutos a esta primera entrada. Espero que te haya resultado interesante y vuelvas a visitarme.

Un saludo.